Narges Mohammadi y la importancia, como mujeres, de recordar y resistir: «El régimen nos pinta constantemente como víctimas y criminales».
Con motivo del 8 de marzo de este año, quiero hablaros del glorioso movimiento “Mujer, Vida, Libertad” que está en marcha en Irán. Comienzo con una cita de René Char: «A nuestra herencia no le precede ningún testamento”. Las mujeres del mundo, en este momento crucial de la historia, y entre ellas nosotras, las mujeres de Irán, con nuestra propia realidad, somos las herederas de un legado. Este legado –construido a base de las luchas, sacrificios y desobediencias por aquellas que nos precedieron– ha dado forma a una larga historia de resistencia femenina. Es tanto nuestro base como nuestra responsabilidad. Ahora, nos corresponde a nosotras seguir alimentándolo: ponernos en pie, hablar, luchar y forjar el futuro. La resistencia es el tesoro oculto de nuestro legado histórico, la fuerza que ha impulsado luchas, asegurado victorias y forjado nuevas visiones. No es meramente un símbolo o un emblema: es un modo de vida que guía cada momento de nuestra existencia.
El Día Internacional de la Mujer es un “recordatorio”
Conmemora a las mujeres cuya perseverancia me salvó de quedar atrapada en el purgatorio de guerra, violencia, fundamentalismo y extremismo que ha consumido Oriente Medio. Un recordatorio de que, sin ellas, una mujer que ha sido encarcelada por el régimen misógino de Irán no estaría escribiendo esto hoy ni tendría esperanza alguna de alcanzar la libertad. Las mujeres de Irán están librando una batalla incansable contra una dictadura teocrática fundamentada en la subyugación. No solo luchan por sus derechos: combaten por la democracia y la libertad, una batalla de profunda importancia. Debemos construir una solidaridad genuina con la determinación de generar un movimiento global. Ha llegado la hora de que las mujeres lideremos este esfuerzo internacional. El camino es difícil, pero posible.
La resistencia de las mujeres de Irán: 46 años de lucha
El 8 de marzo de 1979, justo un mes después de establecerse la República Islámica, las mujeres salieron a las calles, liderando la primera ola de resistencia contra las políticas opresoras del régimen. A diferencia de 2022, sus protestas no recibieron un amplio apoyo social. La religión, la tradición, las estructuras patriarcales, las supersticiones profundamente arraigadas, los bajos niveles de alfabetización y educación, la propaganda estatal, el control ideológico y la represión brutal se opusieron en bloque a las mujeres. Sin embargo, ellas no retrocedieron. Su lucha fue más allá de plantar cara a las fuerzas de seguridad: desafiaron el yugo de la religión, la tradición y el patriarcado en cada aspecto de sus vidas cotidianas. Confío en que la lucha de las mujeres por liberarse de la dominación, la subyugación y la marginalización se ha desplegado en múltiples frentes. Hoy, a través del poderoso movimiento “Mujer, Vida, Libertad”, nacido a raíz del asesinato de Mahsa (Jina) Amini, las mujeres no son solo participantes, sino líderes y tomadoras de decisiones. Mujeres del mundo: la lucha de las iraníes es la prueba de que nosotras, mujeres, tenemos la fuerza para sublevarnos contra las formas más duras y brutales de opresión. Nunca debemos subestimarnos. Somos fuertes. Somos luchadoras.
La urgente necesidad de criminalizar el ‘apartheid’ de género
Poner fin a la desigualdad de género, la violencia y la subyugación de las mujeres requiere más que una simple reforma: exige la criminalización del apartheid de género. Reconocer y perseguir el apartheid de género es esencial no solo en el marco legal, sino también como un imperativo político, cultural y social.
El mundo está siendo testigo de cómo el régimen talibán y la República Islámica imponen sistemáticamente políticas que institucionalizan la opresión por razones de género. Estos regímenes explotan mecanismos legales y políticos para arraigar la discriminación en cada aspecto de la sociedad, restringiendo los derechos de las mujeres en la ley, la política, la educación y la economía. La lucha por que se reconozca el apartheid de género no solo busca visibilizar la extrema discriminación de género; se trata de hacer frente al hecho de que estos regímenes han convertido la opresión en una política estatal oficial, justificada a través de la religión y las costumbres culturales. Bajo tales sistemas, resistirse a la opresión de género tiene un coste severo: cárcel, flagelación, ruina financiera e incluso la muerte. Criminalizar el apartheid de género es el primer paso hacia el desmantelamiento de estas estructuras y una garantía de justicia para las mujeres que viven bajo la opresión que promueve el Estado.
Además, las mujeres son sometidas a agresiones, acoso e incluso peligros que amenazan sus vidas debido a diversas prácticas que los gobiernos desatienden. El Estado permanece indiferente, con leyes que bien callan o bien demuestran ser ineficaces para abordar estos problemas. Las políticas gubernamentales no disuaden ni se afanan en perseguir y castigar debidamente a quienes violan los derechos de las mujeres. Esta flagrante violación de los derechos humanos de las mujeres es tan sistemática, institucionalizada y discriminatoria que sigue perpetuando la violencia contra las mujeres. Para abordar las desigualdades estructurales de género –que alimentan la violencia, las amenazas y el daño social, económico y cultural– es esencial aprovechar los mecanismos internacionales de derechos humanos. Para criminalizar el apartheid de género y reconocerlo como un crimen de lesa humanidad, la ciudadanía, el activismo por los derechos civiles, los movimientos en defensa de los derechos de las mujeres y los feminismos pueden contribuir a articular el discurso en torno al apartheid de género, con el foco puesto en denunciar la subyugación de las mujeres y en convertirlo en el centro de la reivindicación. Los políticos, los miembros del parlamento y los representantes de las organizaciones de derechos humanos y derechos de las mujeres también están en posición de tomar medidas efectivas en este sentido.