Ni meditación, ni yoga. El pequeño hábito que me ayuda a estar menos superada (y más feliz)

Ni meditación, ni yoga. El pequeño hábito para estar menos superada

He dejado de usar la cafetera automática para volver a la italiana de toda la vida. Y no, no es precisamente porque me guste más su sabor o porque gaste menos café. Es porque empiezo el día de otra manera. En lugar de apretar el botón para que el café se muela en cuestión de segundos (al tiempo que hace un ruido espantoso), prefiero volver al ritual de prepararlo como antes y disfrutar del olor de esa primera cafetera silenciosa. Muy silenciosa. Sí, el aroma a café inundando la cocina es una de esas pequeñas cosas que me hacen feliz. Suena poético, pero es real. Muy real. Y aunque la cafetera superautomática para la que había estado ahorrando me hace el café en un abrir y cerrar de ojos –su función la cumple– me lleva a activar el piloto automático en el que vivo mucho antes de salir de casa. Y la verdad, tenerlo en modo off, al menos hasta poner el pie en el metro, es otra manera de buscar la felicidad.

Aunque este relato pueda resultar un tanto retórico –e incuso absurdo para los incondicionales de las bondades de los avances tecnológicos que nos hacen la vida más fácil– es solo un ejemplo de un ejercicio que recomiendan los psicólogos: dar valor a lo cotidiano, microcelebrar gestos habituales, dar sentido a las rutinas y dejar de vivir en modo espera (esperando el fin de semana, un puente, las vacaciones…). Esa pausa en la que tomas conciencia de las cosas y bajas el ritmo –hacer las cosas despacio también manda un mensaje muy positivo al cerebro– me está ayudando a sentirme menos superada. De la misma manera que estoy intentando dar valor al olor del primera café de la mañana (en calma), este ejercicio se puede explorar de infinitas maneras (una conversación con una compañera, la pausa de la comida alejada del ordenador, la serie que ves cada noche…).

Valorar lo pequeño regula el sistema nervioso y baja el cortisol

Cada vez que convertimos en extraordinario lo cotidiano estamos bajando nuestros niveles de cortisol. Así nos lo explica Brenda de la Peña, psicóloga y CEO de la plataforma de salud integral Combrension: “Desde el punto de vista psicológico, celebrar lo pequeño no es un gesto menor: es una forma de regular y cuidar nuestro sistema nervioso. Cuando solo asociamos la alegría o la plenitud a los grandes momentos sometemos al cuerpo a un ciclo constante de picos y caídas de cortisol. Nos hemos acostumbrado a vivir en modo espera, como si el bienestar fuese una meta futura y no una experiencia disponible ahora”, explica.

Los beneficios de hacer las cosas cotidianas más despacio

En mi afán por llegar a todo, he normalizado hacer todo corriendo aunque en realidad no exista tal prisa. Creo que así ‘ganaré tiempo” y podré tachar todas las tareas de la lista. Sin embargo, desde que me detengo en el placer de ciertas cosas cotidianas, me noto más relajada y focalizada. “Valorar lo pequeño empieza por algo tan sencillo como bajar el ritmo interno. Cuando el cuerpo y la mente están en modo supervivencia (con niveles altos de cortisol y la mente en ‘qué viene después’), se vuelve imposible percibir lo agradable del presente. Y por lo general, solemos ser más eficientes desde la calma, porque al hacer las cosas rápido y con prisa es más probable equivocarse y tener malos resultados, o incluso tener que hacerlas una segunda vez, comprometiéndonos más tiempo que si lo hacemos a nuestro ritmo desde el principio. Por eso, el primer paso es introducir cambios graduales y amables en lo fisiológico: respirar más lento y profundo, descansar sin culpa y comer con atención al momento. El cerebro solo puede registrar placer cuando se siente a salvo”, explica Brenda de la Peña.

Cómo entrenar la atención plena en lo cotidiano

Pasar del piloto automático a lo que, Miren Eguiara Arrázola, psicóloga y terapeuta de Instituto Psicológico Cláritas, entrenar la atención plena en lo cotidiano, es posible. “Se trata de hacer pausas conscientes durante el día como prestar atención al sabor de un café o a la risa de alguien cercano. De esta forma, entrenamos al cerebro a detectar el placer en lo habitual. Construir rituales cotidianos, sencillos y repetidos ayudan a anclar la vida diaria y nos dan estructura emocional. Tomarnos unos minutos para desayunar en calma, escuchar atentamente música que nos guste…”, explica. Habla de poner la mirada en el trabajo invisible y, al mismo tiempo, agradecer esas pequeñas alegrías de la vida. Cada uno puede encontrar su manera de hacerlo, pero he aquí algunos ejemplos de pequeñas cosas que no deberían pasar desapercibidas para, como dice la psicóloga de Instituto Psicológico Cláritas, “entrenar al cerebro a detectar el placer en lo habitual”:

  • Prestar atención al sabor del café.
  • Ver la casa ordenada.
  • Una conversación con amigos.
  • Saludar a un vecino que hace tiempo que no ves.
  • Ir al gimnasio con tus amigas y disfrutar de la conversación de camino a casa.
  • Encender una vela al final del día.
  • Escuchar una canción que te guste.
  • Disfrutar de que has cumplido hoy con lo que te propusiste.

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