Fue en los años 60 cuando comenzó la andadura de Valentino como firma y la colección de Michele, aunque portadora de su signo inconfundible, remite más al archivo del pasado de la Maison de lo que podríamos esperar. El decorado del set, –un laberinto de muebles, escaleras y lámparas encendidas tapadas bajo un tejido traslúcido– hablaba de un desván, un lugar donde se guarda algo viejo, tal vez algo olvidado, pero sin duda valioso.
Daniele Venturelli/Getty Images
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Un legado en el que no faltan casacas de inspiración orientalista, trajes de chaqueta de formas amplias, un preciosismo para looks de fiesta que viene en forma de volantes pequeños, detalles cortados al biés, delicadas medias de encaje blanco dotadas de un manierismo floral y, por supuesto, una inyección del archiconocido rojo Valentino. Con estos códigos, Michele pone distancia también con el trillado léxico del quiet luxury, e insiste enérgicamente en su tradicional postura de disfrutar de la moda, de su exceso y de su cualidad performática, del estilismo y de las posibilidad que encierra para crear individuos y no tanto tendencias para las masas.
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En un contexto de unas tendencias de moda que se vuelven cada vez más conservadoras, aspirando a la llamada elegancia wasp de mediados del siglo pasado, los años 60 traen, como inspiración, una promesa de energía de juventud y de cierta actitud desobediente y contracultural. Una jugosa contrapropuesta a la norma dominante. Los 60 fue una década marcada por las movilizaciones sociales, por la cristalización de la juventud como sector de mercado, por una moda permeable a los elementos exóticos y en constante hibridación.
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De eso ha habido mucho en la primavera-verano 2025 de Valentino. Aunque con un segmento en blanco roto dominante y una importante presencia de sastrería, en general no se ha tratado de un verano pensado para una working girl sino para una persona que sale de fiesta. Una alta proporción de inspiración lencera, en vestidos vaporosos, prendas que parecen del armario interior, vestidos saturados de volantes, pailettes, detalles orientalistas en faldas, casacas, bufandas, turbantes. Una energía que encaja en los parámetros del nuevo boho y que subrayan bolsos y detalles de flecos.