La actividad diaria para generar serotonina y cuidar el cerebro
No me he parado a hacer un recuento exhaustivo de todas las veces que miro el móvil a lo largo del día, pero estoy segura (no me vanaglorio de ello, me lamento) de que supero esa media que dice que lo hacemos entre 50 y 80. Hago demasiadas microparadas para consultar wasaps, correos o simplemente revisar que todo está bien (como si me fuera la vida en ello). Por eso, cualquier acto que me aleje del móvil durante unos minutos, me parece el mejor ansiolítico natural. Y sí, cuando hago yoga o duermo del tirón lo consigo, y la sensación de bienestar que me provoca es maravillosa. Pero hay otras maneras de generar serotonina y cuidar el cerebro. Y una de ellas, que deberíamos practicar a diario, es buscar un entretenimiento manual, una actividad cualquiera que nos haga parar y trabajar la atención en algo que no tenga que ver con el móvil y la producción de dopamina rápida que genera. De ello hemos hablado con Irache Alonso, farmacéutica experta en neurointeligencia emocional y neurofarmacología, y fundadora de Well-feeling Club, empresa especializada en esta temática que organiza cursos de neurocerámica junto con la ceramista Bárbara Ruiz Acosta.
Los beneficios de practicar una actividad manual a diario
Puede ser modelar arcilla, scrapbooking, jardinería, bricolaje, coser, cocinar, hacer puzzles… “Realizar una actividad manual, además de contribuir al entrenamiento de la atención, crea infinitas sinergias cerebrales. Cuando nos dedicamos a actividades como cocinar, coser, construir una maqueta o cuidar un jardín, no solo estamos entretenidos, sino que estamos activando e integrando múltiples regiones cerebrales. Al realizar una acción manual se activan distintas áreas del cerebro: la corteza motora, que dirige los movimientos precisos, la corteza sensorial, que integra las sensaciones del cuerpo y el entorno, y la corteza prefrontal, clave en la toma de decisiones, la planificación y la corrección de errores”, explica la experta.
Y da con el quid del titular de este tema: la producción de la ansiada serotonina:“Todo este proceso no solo implica un entrenamiento cognitivo, sino también una respuesta emocional positiva. Cuando logramos nuestros objetivos, el cerebro libera dopamina, un neurotransmisor asociado al placer y a la motivación. Además, la repetición de estos actos sensoriales favorece la producción de serotonina, responsable de una sensación de bienestar más profunda y duradera. Por tanto, estas actividades no solo relajan y entretienen, sino que regulan el estado de ánimo y fomentan la creatividad”, explica. Y aunque agendar un curso de cerámica o costura es una excelente alternativa, estamos hablando de intentar dedicar un ratito al día a hacer actividades manuales, sean del tipo que sean.
La necesidad de trabajar la atención
Piensa en cuánto tiempo eres capaz de estar centrada en algo sin ser víctima de cualquier otro estímulo. Es probable que poco, muy poco. De hecho, el síndrome de las ventanas abiertas suele ser una constante en nuestra vida: practicamos la multitarea 24/7 y somos incapaces de hacer las cosas de una en una. Nuestra atención salta de un lado a otro y eso agota. “Efectivamente, vivimos en un contexto de estímulos rápidos, simultáneos, supuestamente diseñados para facilitarnos la vida, pero que están erosionando una de las habilidades esenciales para nuestra supervivencia desde los orígenes del hombre, la atención. Recuperar nuestra capacidad de concentración es uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos en esta era digital saturada de información”, explica Irache Alonso.
Lo mejor de todo es que esa atención se puede trabajar. “Es una habilidad indispensable para nuestro bienestar emocional y el desarrollo de nuestras competencias cognitivas. La capacidad de dirigir nuestra conducta hacia un objetivo concreto y de ignorar información irrelevante puede entrenarse con práctica y disciplina”. Y añade otros de los beneficios que tiene para el cerebro trabajar esa habilidad: “Centrar la atención nos obliga a disminuir la actividad de determinados circuitos cerebrales ligados a emociones como el miedo. El miedo puede ayudarnos en determinadas ocasiones, pero la mayoría de las veces nos paraliza e impide avanzar, tanto a nivel personal como profesional”.
Vivir desconectados del momento presente nos hace menos felices
Que no vivimos el momento presente no es algo nuevo. Lo hemos normalizado. Lo hemos asumido como mal del ritmo frenético de vida que llevamos. Pero la realidad es que dar por obvio este estado de vida nos está restando bienestar y felicidad. “Nuestro cerebro cuenta con una red neuronal que se activa en el momento que nos evadimos del momento presente y se calcula que pasamos en ese estado una media de ocho horas al día, el cincuenta por ciento de nuestro tiempo de vigilia. Cuanto menos tiempo pasemos en este estado de desconexión del momento presente más felices seremos”, explica la fundadora de Well-feeling Club. O, dicho de otra manera, cuanto más tiempo pasamos desconectados del momento presente más infelices somos.
Por qué deberías comprar un bloque de arcilla o apuntarte a un curso de neurocerámica
TikTok está lleno de tutoriales sobre ideas para modelar arcilla y solo verlos ya tiene cierto efecto anestésico. Precisamente por eso, y aunque cualquier otra actividad manual va a ayudar a producir serotonina y otras hormonas del bienestar, en el caso concreto de la arcilla, hay unos cuantos beneficios comprobados. “El trabajo de modelado nos permite pasar en pocos minutos de la vorágine de la hiperestimulación a un momento de presente, de concentración y de conexión con nosotros mismos. Al sentarnos en una mesa frente a un bloque de arcilla y comenzar a modelar, de manera natural priorizamos el olvidado sentido del tacto. Al realizar movimientos rítmicos y repetitivos con las manos poco a poco se va activando la liberación de neurotransmisores responsables del bienestar. Esta sensación se va transformando en un estado de calma, que acompañado de un cambio de ritmo de las ondas con las que se comunican nuestras neuronas, nos predispone a experimentar momentos de creatividad y de máximo potencial cognitivo”, explica la experta de Well-feeling Club.
De hecho, según reaccionemos ante ese trabajo de arcilla, podremos trabajar el autoconocimiento y entender mejor nuestro cerebro. Por ejemplo, si eres una persona más analítica es probable que al empezar con la arcilla te sientas más perdida y, cuando empieces, intentarás que las figuras sean perfectas. En cambio, las más creativas empezarán rápido a manipular el barro y a crear figuras abstractas. Como dice la experta en neurointeligencia emocional, “no se trata de comparar, sino de conocer con más profundidad el funcionamiento de nuestro cerebro para poder obtener su máximo rendimiento y con ello un mayor bienestar emocional. Una vez identificadas las zonas de mayor actividad cerebral hay que estimular las conexiones con las zonas del cerebro más adormecidas y comenzar a crear nuevas rutas neuronales. Se trata de que todo nuestro cerebro trabaje por igual, de manera equilibrada”.
Y si a esa actividad manual se le añade el contexto de hacerlo en grupo, durante un curso por ejemplo, se añade el factor social que tanto bienestar (y serotonina) provoca. “En nuestros talleres cada persona realiza en simultáneo un trabajo introspectivo, a nivel personal, y un trabajo grupal, en el que se crean o refuerzan lazos con el resto del grupo. A través de la arcilla trabajamos cómo fomentar la serenidad y la adaptación al cambio en situaciones que escapan a nuestro control, evitando que el miedo limite las habilidades cognitivas. Recientemente, uno de nuestros participantes destacaba cómo el taller crea un espacio seguro que facilita conversaciones honestas gracias a la confianza generada y a la enorme implicación emocional y corporal. Este aspecto es clave cuando trabajamos con equipos”, concluye. ¿Quién no necesita todo esto en 2025?