En respuesta a una de las preguntas que envían sus fans a su web The Red Hand Files, Nick Cave ha asegurado que «no es ni de izquierdas ni de derechas», aseverando que ya no reconoce el mundo, y afirmando que ha conocido buenas personas en ambos extremos del espectro político.
Dice su carta: «Querido Alistair (…) no estoy del todo seguro de mi postura sobre nada últimamente. A medida que el terreno se tambalea y se desliza bajo nuestros pies, y el mundo se endurece en torno a sus puntos de vista particulares, me siento cada vez más inseguro y menos seguro de mí mismo. No soy ni de izquierdas ni de derechas; encuentro ambos bandos, tal como se presentan principalmente, indefendibles e irreconocibles».
Nick Cave se define como «un conservador espiritual de tendencia liberal con «c» minúscula», lo que no considera nada político, sino «cuestión de temperamento».
Hablando sobre cuestiones del mundo, afirma: «Tengo una naturaleza devota y veo el mundo roto pero hermoso, y creo que es nuestro deber urgente y moral repararlo donde podamos y no causar más daño, o peor aún, provocar deliberadamente su destrucción (…) Creo que tenemos la obligación de ayudar a quienes se sienten realmente marginados, oprimidos o afligidos de una manera útil y constructiva, y no de explotar su sufrimiento para nuestro propio progreso profesional o supervivencia personal».
Sobre algunos problemas contemporáneos, reivindica el derecho al silencio: «Me perturba profundamente la política egoísta e infantil de algunos de mis colegas. No creo que el silencio sea violencia, complicidad ni falta de valentía, sino que el silencio suele ser la opción preferida cuando uno no sabe de qué está hablando, tiene dudas o está en conflicto, lo cual, en mi caso, ocurre la mayor parte del tiempo. Me siento cómodo con la ignorancia y considero que esta es una postura espiritual y creativamente dinámica. Creo que hay momentos en los que callarse la boca es casi un deber sagrado».
Continúa: «No me preocupa especialmente la postura de la gente; he conocido a algunas de las mejores personas de todo el espectro político. De hecho, me enorgullece y me da un inmenso placer tener amigos con opiniones divergentes. Mi vida es mucho más interesante y vibrante con ellos».
Finalmente, sobre la obligatoriedad de los músicos de opinar, concluye: «Considero mi rol como músico, compositor y escritor de cartas como un servicio activo al alma del mundo, y he llegado a comprender que esta es la postura que debo adoptar para intentar cultivar un cambio genuino. De hecho, ahora empiezo a comprender mi postura, Alistair: estoy con el mundo, en su bondad y belleza. En estos tiempos histéricos, monocromáticos y convulsos, invoco su alma, como lo hacen los músicos, a su naturaleza afligida y rota, a su significado erróneo, a su espíritu frágil y vacilante. Le canto, lo alabo, lo animo y me esfuerzo por mejorarlo: en adoración, reconciliación y fe plena».