Desde que saltó a la palestra como Penelope Featherington -en Los Bridgerton-, los momentos de Nicola Coughlan en la alfombra roja han sido un desfile de divertidos vestidos de graduación: siluetas esbeltas amplificadas por voluminosos juegos de drapeados en forma de reloj de arena y largas faldas de vuelo combinadas siempre (bueno, a menudo) con guantes de ópera del antiguo Hollywood.
Los extravagantes experimentos de la actriz con la estilista Aimée Croysdill han sido, en su mayor parte, una respuesta a la rigidez de la alfombra roja. Pero bajo todos esos elaborados montones de tela, a veces ha sido difícil descifrar quién es la persona que hay debajo de la ropa (siempre hay mucho «vestido» con el que lidiar). Hasta el pasado miércoles, cuando Coughlan asistió a la inauguración del BFI Flare con nada más teatral que una camiseta de la Maison Labouche y unos zapatos de salón en punta asomando por debajo de unos vaqueros de pernera ancha. Parecía Nicola, una chica de Galway de 38 años con un estilo de vida.