Nine Inch Nails y Alanis Morissette llevan Mad Cool a 1998

De nuevo más de 49.000 personas asistieron a Mad Cool este viernes ya sin incidentes técnicos, en una jornada a la que solo se le pudo poner una pega: las largas colas en todos los puestos de comida en el largo lapso entre el fin de Alanis Morissette (21.30 horas) y el principio de Nine Inch Nails (0.25 h). Todo lo demás funcionó a pedir de boca: barras, baños, carpas con actuaciones tan pintorescas como la de los metaleros Battlesnake… El recinto es muy práctico, pues al ser cuadrado, todos los escenarios quedan cerca; y a su vez el centro de la ciudad no dista muchísimo más de media hora, aunque estemos hablando de Villaverde Alto. Mad Cool ha costeado que el Metro abra hasta las 3 de la madrugada, parando solo en Legazpi y Sol, y la organización a las puertas y andenes fue excelente.

Artísticamente, contar con dos cabezas de cartel como Nine Inch Nails y Alanis Morissette fue todo un viaje a, pongamos, 1998, el año en el que ya habían salido los dos primeros álbumes internacionales de la artista, en los que se centró casi de forma exclusiva. Y también una fecha en la que ya conocíamos muchas de las que siguen siendo las canciones de NiN más coreadas: ‘Head Like a Hole’, ‘Closer’ o ‘The Perfect Drug’, el tema de ‘Carretera perdida’ que sigue entusiasmando al respetable, ahora más que nunca.

Si preguntas a un asistente habitual a Mad Cool cuál ha sido el mejor concierto de su historia, seguramente muchos responderán que el ofrecido por Nine Inch Nails en 2018, cuando el festival aún tenía lugar en Valdebebas. Esta vez no se repitió tal apisonadora de sonido -aunque fue excelente- y se perdió algo de factor sorpresa, pues la filosofía del set fue muy parecida, pero sigue siendo uno de los más currados del mundo.

Una cámara sigue a Trent Reznor y los suyos por el escenario, a modo de plano secuencia, y la proyección de sus imágenes en blanco y negro inquieta como una película de terror. Una parecida a las bandas sonoras que han escrito estos últimos años de manera paralela y la misma a la que apelan los clásicos industriales y tremendos de la banda. Canciones que dicen cosas como «I want to fuck you like an animal» o «You let me violate you, You let me desecrate you». Sí, el grupo se ha hartado de explicar que ‘Closer’ es un tema de autodesprecio dedicado a uno mismo, jamás sobre lujuria. Sí, sigue impresionando.

Reznor mantiene una actitud y voz impecables, ha ensayado su pose al micro agarrado como los artistas más carismáticos, y la fuerza que desprende la banda durante cosas como ‘March of the Pigs’ es incuestionable. Es verdad que los conciertos de Nine Inch Nails se siguen cerrando de idéntica forma: el hit ‘The Hand that Feeds’, seguido de mi favorita ‘Head Like a Hole’, y para terminar un ‘Hurt’ minimalista, de menos a más, en el que la mayoría guarda silencio. Pero por el camino quedan varios momentos mágicos, como los teclados de ‘Find My Way’, la batería de ‘The Perfect Drug’ o esas frases tan sencillas y sonoras, repetidas hasta hacer cicatriz, como «I don’t feel anything» al término de ‘1,000,000’. Entre las proyecciones en formato vertical, y la actitud, Nine Inch Nails volvieron a hipnotizar. Sebas E. Alonso.

Mad Cool

Alanis Morissette era uno de los grandes reclamos del cartel. Su música, sobre todo sus mayores éxitos, tiene un espacio privilegiado en el imaginario popular de varias generaciones. ¿Quién no ha berreado alguna vez el estribillo de ‘Ironic’? Muy consciente de su estatus ya casi de culto, Alanis, antes de aparecer en el escenario con su banda, comenzó su concierto con una proyección de varios vídeos de y sobre ella a lo largo de los años: entrevistas suyas, late night shows donde apareció, o declaraciones de famosos (como Olivia Rodrigo) hablando de la importancia de su legado. Es una introducción bonita, que mezcla la nostalgia de lo vivido con la épica de haber conseguido llegar tan lejos, pero también un poco osada de más. Quizá no hace falta decirte a ti misma que eres un icono cuando ya tienes a miles de personas celebrándote a casi 6.000 kilómetros de donde has nacido. Se lo perdonamos, en cualquier caso.

Ya en el escenario con sus músicos, la canadiense comenzó con uno de los platos fuertes de su repertorio, ‘Hand In My Pocket’. Durante la siguiente, ‘Right Through You’, aparecieron en pantalla varios datos sobre la discriminación y la violencia a la que se siguen enfrentando las mujeres en todo el mundo. Y terminaba con una pregunta: ¿por qué tenemos miedo de la divinidad femenina?

Alanis no volvió a insistir en este tema, sino que a lo largo del show, las proyecciones que se veían en pantalla eran de lo más variadas, desde animaciones psicodélicas, hasta conciertos suyos en los 90. Es precisamente esta década la más protagonista de su set, dedicando 7 canciones a su disco de 1995 ‘Jagged Little Pill’, y 5 de ‘Supposed Former Infatuation Junkie’ de 1998. No todas ellas las cantó enteras, pero dadas las limitaciones que imponen los horarios de los festivales, fue un acierto que repasase aunque fuera brevemente varias de las favoritas de sus fans, como ‘Are You Still Mad?’, en lugar de tener que recortar algunas de ellas al completo. Además, la artista interpretó todas ellas con mucho sentimiento, haciendo gala de su buena voz e imprimiendo una gran energía rockera de principio a fin. Hay momentos en los que daba vueltas sobre sí misma, como al final de ‘Smiling’; o donde se tiraba al suelo y cantaba de rodillas, como en la muy sentida ‘I Remain’.

El público estaba encantado con cada uno de sus movimientos, y la cantante se mostraba -no tanto verbalmente, sino que se le veía en la cara- entusiasmada de estar allí. Previsiblemente, en ‘Ironic’ casi no le hacía falta ni cantar, ya que no quedó nadie que no la corease. A lo largo de la canción, aparecían detrás de ella fotos suyas con diferentes artistas como Taylor Swift, Avril Lavigne o Demi Lovato. Por supuesto, ‘You Oughta Know’ también despertó el furor entre los asistentes.

Para terminar, la canadiense optó por un recurso precioso. En la pantalla, aparecían tuits en diferentes idiomas sobre algo de lo que sus fans estaban agradecidos de tener en sus vidas. Fue al ritmo de ‘Thank You’, una canción que se eleva inmensamente en directo y que, mientras el sol caía, puso el broche de oro a una velada empapada de nostalgia y donde la cantante nos abrió la puerta a su mundo artístico. Gracias a ti, Alanis.

Ainhoa Laucirica

En torno a las 7 de la tarde, miles de personas se acercaban al recinto para ver a otro de los cabezas de cartel, Benson Boone. El joven estadounidense ha experimentado un ascenso meteórico a la fama pese a no llevar demasiado tiempo en el ojo público, siendo capaz de congregar a un abundante número de asistentes en pleno calor de verano madrileño. Sus canciones ya pueblan las listas de éxitos y hacen números espectaculares allá donde va.

Hablando en ocasiones en un español macarrónico, el artista se mostró muy charlatán y simpático con el público desde el comienzo de su espectáculo. En una de sus primeras interacciones, para animar el ambiente, Boone gritaba cosas como “Heeeelloooo”, “How’re you dooooooing”, “Hoooooooooula”… y animaba a la gente a repetirlas después de él. Una gran manera de llevar a números rojos todos los niveles de “cringe”. Aunque tras observar entre sus fans, uno se da cuenta de que un gran porcentaje de ellos son niños de aproximadamente diez años. Tiene sentido.

Boone tiene una gran voz y una digna presencia en el escenario, pero lo que falla -y estrepitosamente- son las canciones. Por mucho que el cantante intente tirar de carisma y se esfuerce en entretener al personal con piruetas y volteretas varias, es incapaz de defenderlas (nadie podría). Una de ellas, ‘The Momma Song’ se la dedicó a sus padres, que estaban entre el público; otra, ‘Mr. Electric Blue’, solo a su padre, su gran ídolo e inspiración. Más tarde, presentó la que es su canción favorita de todo su repertorio, ‘In the Stars’, que escribió tras el fallecimiento de un ser querido. En sus palabras, le encanta porque todo el mundo puede empatizar con este tema sin importar fronteras culturales. Boone invitó al público a guardar los móviles en el bolsillo y conectar directamente con él, pero ni siquiera el sentimentalismo facilón de esa balada consiguió aportar una emoción genuina. Para terminar, “la canción que cambió su vida”. El recinto rugía y varias personas se acercaban desde detrás corriendo para cantar con él ese gran fenómeno de masas que es ‘Beautiful Things’, una firme candidata a peor canción de la década para quien escribe esto.

Ainhoa Laucirica

También, a lo largo del día, nos dio tiempo de pasarnos brevemente por la carpa The Loop, dedicada a la electrónica, para escuchar a la productora británica TSHA, dueña de varias canciones pop muy frescas y veraniegas. Sin embargo, lo que pudimos ver de su set, fue atmosférico y rítmico, dando mucho protagonismo a las repeticiones y evitando grandes drops que desataran la euforia. Al mismo tiempo que ella, tocaba la banda de rock australiana Jet, de la que pudimos ver una pequeña parte. Sonaron solventes con su sonido de rock clásico, recordando por momentos a ACDC, a quienes versionaron con ‘Long Way to the Top’, una canción que dedicaron a sus fans australianos.

Ainhoa Laucirica

En el escenario Ouigo, el tercero en importancia, aparecieron Kaiser Chiefs, quienes están totalmente estancados, sin ningún complejo, en 2005. De hecho, su set estuvo dedicado principalmente a su disco ‘Employment’ de ese mismo año, como bien indicaba la gran oficina de empleo que se proyectaba detrás de ellos. El concierto formaba parte de la gira por el vigésimo aniversario de ese álbum que los consagró, por lo que no faltaron ninguno de sus grandes éxitos como ‘Everyday I Love You Less And Less’, ‘I Predict A Riot’, ‘Modern Way’ o ‘Na Na Na Na Naa’. El sonido desde lejos, dejaba un poco que desear, aunque era más culpa del espacio que de los británicos, que sonaron tan efectivos como siempre e hicieron las delicias -también como siempre- del público guiri. Fernando García.

Ainhoa Laucirica



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