No dejes para luego lo que sabes que te hará feliz: consejos para dejar de procrastinar la propia felicidad

¿Cómo dejar de procrastinar nuestra propia felicidad?

La procrastinación, es decir, aplazar todas aquellas tareas que nos generan pereza o incluso miedo e incomodidad, no solo se encuentra en el ámbito de la productividad y en aquellos quehaceres del día a día que posponemos una y otra vez hasta que no nos queda más remedio que llevarlos a cabo. Es más, muchas veces, esas cosas que dejamos ‘para luego’ no son responsabilidades, sino ilusiones. Actividades ligadas a nuestras emociones y aspiraciones vitales que posponemos habitualmente con la excusa de encontrar el momento perfecto.

Planes tan simples como ir al cine o empezar un nuevo hobby, pero también viajes y otros deseos que quedan en la sombra de nuestra lista de responsabilidades. ¿El resultado? Dejar para otro momento (una fecha inexacta, que se alarga en el tiempo) aquello que sabemos que nos hará felices. Y es que la procrastinación de la propia felicidad se trata de una tendencia más común de lo que parece. “No hay una única razón que nos lleva a posponer aquello que disfrutamos”, nos cuenta la psicóloga Montse Cazcarra. “Por lo general, hemos aprendido que ser responsables significa priorizar siempre lo urgente por encima de lo importante y esto puede traducirse en dejar de lado aquello que nos ilusiona si lo asociamos al ocio, como si disfrutar fuera un lujo que debemos ‘ganarnos’», apunta.

Hemos aprendido mucho sobre cómo priorizarnos e incorporar gestos de autocuidado en nuestro día a día, pero la culpa derivada de poner en pausa aquello que deberíamos estar haciendo para poder disfrutar de algo que deseamos, continúa obstaculizándonos. “Mucha gente tiene una mala relación con el pasarlo bien, es decir, sentir que no merecemos o que necesitamos esforzarnos muchísimo para ser merecedores de la felicidad”, insiste Cazcarra.

En el proceso de hacer cosas que nos brindan satisfacción, suelen surgir decisiones que conllevan esos sentimientos incómodos de los que habla la psicóloga. “Nos incomoda porque decidir algo en beneficio de la propia felicidad puede suponer funcionar de forma distinta a como estamos acostumbrados», explica la experta. Cambios que, además, pueden llegar a transformar al completo la rutina que tenemos tan interiorizada. “Muchas veces preferimos posponer nuestra felicidad con tal de no enfrentar esa incomodidad que conlleva elegirnos a nosotros mismos”, recalca Cazcarra. Otras veces, incluso puede que estemos demasiado centrados en las necesidades de los demás como para ser realmente consciente de las nuestras: “Ahí es cuando surgen las dudas sobre qué es lo que nos hace felices”.

Spoiler: el momento perfecto no existe

Por otro lado, en plena lucha mental por cumplir con todas nuestras obligaciones y guiarnos hacia aquello que nos dará felicidad, aparece la búsqueda del momento perfecto. Un espacio-tiempo que confiamos (a ciegas) que llegará algún día. “La verdad es que ese momento perfecto no existe. Siempre pueden surgir cosas”, recuerda la psicóloga. “Esta creencia nos permite posponer aquello que nos haría felices, y al mismo tiempo, nos deja posponer la incomodidad que implica funcionar de manera distinta a como lo hemos hecho hasta ahora”, explica. Los “ya llegará, ahora no es el momento” nos hacen procrastinar todas esas decisiones que se encaminan hacia nuestras metas personales. Y es que alargar estos propósitos en el tiempo, sin fecha de caducidad, nos llevan hacia la frustración o un vacío aparentemente inexplicable respecto a nuestros deseos. “Esta sensación está relacionada con el autoabandono. No es solo dejar algo en la lista de ‘’pendientes’’, sino que significa dejarnos para más tarde, dejar de cuidarnos, dejar de elegirnos…”, recuerda la experta.

Recordatorio: no es el cuándo, sino el cómo. Para ello, la psicóloga nos recomienda trabajar la relación con el perfeccionismo y la autoexigencia. “La autoexigencia nos dice algo así como: ‘primero cumple, luego disfruta’, y como nunca cumplimos todo lo que creemos que deberíamos para considerar que nos merecemos una recompensa, nunca llega el momento de disfrutar”, declara Montse. Consiste en una especie de autoboicot disfrazado de frases como “si lo haces, que sea perfecto”, cuando lo verdaderamente importante es llegar a disfrutarlo.

Además, las propias exigencias en cuanto a productividad tampoco son de gran ayuda. La culpabilidad nos impide disfrutar de esa clase de cerámica, de esa nueva serie que llevábamos tiempo queriendo empezar o del simple acto de no hacer nada porque lo necesitábamos. “La culpa nos invade cuando nos permitimos algo y sentimos que deberíamos estar ‘aprovechando el tiempo’ de otra manera, es decir, haciendo algo productivo o algo que recaiga sobre la lista de pendientes”, explica la psicóloga. Entre exigencias, responsabilidades y productividad, tendemos a dejar en pausa aquello que nos ilusiona. Cazcarra insiste: “No siempre es un buen momento, pero jamás será el momento perfecto”.

Cómo dejar de procrastinar nuestra felicidad

Posponer la propia felicidad es un comportamiento muy presente durante la etapa adulta, entre los 30 y los 50 años, según indica la psicóloga. “Se da cuando las responsabilidades familiares y laborales se acumulan, y cuando lo que se supone que se espera de nosotros como personas adultas nos aleja del placer”, explica. Además, se observa, sobre todo, durante la maternidad y la paternidad. “En todas esas etapas, la ilusión queda relegada detrás del deber”, puntualiza. Para intentar paliar esta tendencia, Cazcarra recomienda, principalmente, trabajar la presencia. “Es decir, hacer lo que nos ilusiona, aunque sea breve, imperfecto o incompleto”, aclara. “También es importante darnos cuenta de qué está ya presente en nuestros días y que solemos disfrutar”, añade.

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Lun Oct 6 , 2025
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