En los años que siguieron a la Revolución Francesa, hubo una necesidad colectiva de defender sus principios (y la violencia que desencadenaron), sobre todo entre los pensadores y escritores de izquierdas, lo que significó que la concepción de María Antonieta como una monarca cruel e indiferente se agudizó aún más tras su decapitación: «Quienes querían justificar la revolución en décadas posteriores necesitaban argumentar la ejecución de una madre viuda, que es lo que era María Antonieta», explica Russell. «Si representas a María Antonieta diciendo ‘que coman tarta’, la vuelves completamente antipática». Llegado el siglo XX, se la convirtió en un emblema de los peligros del consumismo abyecto. «A partir del 1900, la figura de María Antonieta como icono del materialismo empieza a servir a otro propósito, casi del mismo modo que lo hizo el hundimiento del Titanic», explica Russell.
La banalización del legado de María Antonieta volvió a quedar patente hace solo unas semanas, cuando se utilizó una marioneta sin cabeza de la reina francesa como chiste durante la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de París. La acción causó indignación en internet, y no solo se alzaron voces monárquicas y conservadoras, sino también feministas: “A partir de los años 80 ha habido una defensa feminista bastante seria de su figura, centrada sobre todo en cómo se utilizó la pornografía para destruir su reputación o también en cómo se la caracterizó de poco seria o apolítica”, explica Russell.
Es probable que nunca sepamos cómo fue la verdadera María Antonieta, pero esta exposición contribuirá sin duda a disipar los bulos recurrentes en torno a ella. «En mi opinión, fue víctima de una de las primeras campañas virales de difamación», afirma Aricia Skidmore-Williams, cómica de improvisación y presentadora de los populares pódcasts Even the Royals e Even the Rich. «Creo que es importante recordar que, en el fondo, era una forastera en tierra extraña, que empezó siendo una adolescente. Tenía sus defectos, pero mucho de lo que se dijo de ella fue maquinado por aquellos que buscaban un chivo expiatorio. La historia la escriben los vencedores, y solo recientemente la sociedad ha rechazado colectivamente muchas de esas narrativas».
«No era una cabeza hueca frívola; sabemos que era una ávida lectora, no solo de novelas y obras de teatro, sino también de filosofía e historia natural», añade Pelling. «Le interesaban la decoración y los muebles, así como la moda, le gustaba tocar instrumentos y encargó que le hicieran un piano. Tampoco es cierto que consumiera sin freno. Era una mecenas de las artes, sufragaba a varios artistas y creadores. Y no se limitaba a seguir las tendencias y modas del siglo XVIII, sino que las impulsaba».