Hace unos días, una amiga a la que hacía tiempo que no veía quiso compartir conmigo un episodio de abuso sexual que había sufrido por parte de una persona relevante en el ámbito de la cultura. Me sorprendió sin sorprenderme, como ocurrió ayer con las presuntas acusaciones de abuso y violencia sexual por parte de Íñigo Errejón, que nos sorprendieron sin sorprendernos porque empezamos a acostumbrarnos a este tipo de noticias. Sin renunciar a contarlo y a contármelo, me confesó que no tenía pensado hacerlo público. Pero en un momento en el que los contornos se desdibujan, en donde lo virtual y lo terrenal son caras de la misma moneda: ¿dónde ponemos el límite entre lo público y lo privado?
Hasta no hace tanto, probablemente hasta hace unas horas, los hilos de Twitter, las cuentas de Instagram dedicadas a la violencia machista, como la de abusos en la música, o los mensajes directos pertenecían al ámbito de lo privado, aunque la mayoría de esos relatos estuviesen a la vista de todos aquellos que quisiesen asomarse. De alguna manera, lo que se compartía de manera furtiva, usando las nuevas herramientas, permitía un cierto desahogo. Pero no resultaba relevante; no formaba parte del ámbito de la verdad, de la ley.
Aunque así, al menos alguien lo sabría; al menos así podríamos contarlo sin consecuencias. Las mismas que esta amiga quería evitar: no solo las más desgarradoras —el asesinato machista— o las más visibles —que un juez te cuestione, que la sociedad te juzgue, como en el caso de La Manada, como le pasó a Nevenka—, también el descrédito como profesional, la sombra de la duda, la vinculación inevitable entre tu persona o tu trabajo con un suceso que debería de haberse evitado.
Quizá por eso compartir los episodios de violencia, los abusos o los miedos siempre ha sido un alivio. Un cierto consuelo en un mar de malestares. Un consuelo que en ocasiones ha conseguido trascender el ámbito de Twitter y ha llegado hasta la redacción de un periódico. No siempre a los juzgados. Cristina Fallarás, una de las artífices del #Cuéntalo el pasado 2018, ha sido la que en esta ocasión ha vuelto a poner a disposición de todas su cuenta de Instagram para dar a conocer los testimonios que hablaban de una serie de comportamientos de sobra conocidos, según aseguraron en el programa especial de 59 segundos retransmitido ayer periodistas como Esther Palomero o Ana Pardo de Vera.