Perfume dulce: ahora ya sé por qué obsesiona a mis amigas de 30 (y a mi madre de 60) desde hace más de una década

En la búsqueda del perfume dulce perfecto

Recuerdo perfectamente el olor del perfume que utilizaba mi madre cuando yo todavía estaba en el colegio. Recuerdo también que un par de veces al año tocaba ir a la droguería de mi pueblo a por repuestos, y también que siempre estaba ese frasco coronando su tocador, invariable al paso de los años y las tendencias. También que yo lo cogía a escondidas cada fin de semana y me echaba una media de 20 pulverizaciones cada vez, por lo que, sorprendentemente, no solía durarle mucho. Hasta aquí todo bastante normal. El drama vino cuando, mucho después, descatalogaron la fragancia en cuestión. Era Gala, de Loewe; un perfume floral y ambarino lanzado a principios de los 90 con notas de bergamota, limón de Amalfi, jazmín, clavel, ylang-ylang, ámbar, sándalo, pachuli, rosa y lirio de los valles. Ahora, las visitas a la droguería tenían un nuevo objetivo: encontrar un sustituto a la altura. Una infidelidad consentida que inició la búsqueda del (siguiente) perfume dulce perfecto.

Fragancias de transición

Pero encontrar un olor acorde con nuestra personalidad, que nos represente y defina, no siempre es una tarea sencilla. En este punto es donde entran en juego las fragancias de transición, esas que sirven de comodín mientras buscamos un nuevo olor. Suelen ser aromas frescos, no demasiado intensos y fáciles de llevar, que nos sacan del paso cuando no tenemos definido nuestro pasaporte olfativo personal y que también funcionan a la perfección cuando hay algún cambio sustancial en nuestra vida o rutina —véanse rupturas amorosas, mudanzas a una nueva ciudad o novedades en el terreno laboral—. El mecanismo es sencillo: has concluido o comenzado una nueva etapa, y necesitas cerrar el ciclo anterior renovando tu perfume para encontrar un aroma más apropiado en esta nueva fase, lo mismo que ocurre con los cambios de peinado o de armario. En esta cruzada se encontraba mi madre conmigo como su Sancho Panza cuando, unas navidades, encontró bajo el árbol el que sería su nuevo perfume favorito hasta la fecha. El suyo, luego el mío, y tiempo después también el de mis amigas.

La fragancia dulce perfecta se creó en 1993

Y es que esta fragancia lo tenía todo. Dulce, pero no empalagosa. Duradera, pero no agobiante. Seductora, pero apta para el día a día. Envuelta en un feísimo papel de regalo rojo repleto de renos y muñecos de nieve se encontraba el icónico frasco de Classique, de Jean Paul Gaultier. Desde entonces, cada navidad ahí estaba: mismo paquete, diferente envoltorio (por suerte), solo que esta vez junto a otro de similares proporciones y mismo contenido sólo para mi. La decisión estaba más que tomada: el aroma a azahar, combinado con la afrodisíaca esencia del jengibre, polvo de arroz y notas de vainilla de este clásico lanzado por primera vez en 1993, había conseguido convencernos. Diez años después, es ese torso encorsetado tan característico de la firma francesa el que continúa culminando mi tocador y, ahora, también el de mis amigas. Por experiencia propia, el dulzor de esta fragancia resulta irresistible independientemente de la edad.

Agua de colonia ‘Classique’, de Jean Paul Gaultier

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