La antigua Fondation Cartier (la nueva en el Palais-Royal se inaugurará el 25 de octubre) albergó la colección Alaïa Invierno/Primavera 2026. Esa mañana, el bello edificio de Jean Nouvel desafió a la tormenta, lo que dio aún más calidez a este cubo de cristal bañado en luz amarilla digital. Un cubo de serenidad, en cuyo suelo se emitieron vídeos de rostros que se reflejaban también en el techo, mientras los maniquíes caminaron sobre su propia imagen en una mise en abyme ligeramente irreal y muy poética.
En una carta explicativa, Pieter Mulier escribió: «Esta colección es pura, escultórica. Precisa. Pero también tiene una dimensión extrema, con colores intensos y formas audaces. Sin concesiones». Y no podría describirse mejor. Las prendas son radicales pero no exentas de sensualidad.
“Hay un sentido en este uniforme, inspirado en el propio uniforme de Azzedine, su función y su pragmatismo”, continuó Pieter Mulier. Azzedine Alaïa ideó su invariable traje negro con cuello mao para no dejarse perturbar por su propia imagen, para no hacerse preguntas sobre cómo vestirse por la mañana, para centrar toda su atención en la creatividad y para permanecer concentrado en el rigor de su estudio. ¿Es este también el caso de Pieter Mulier, habitualmente vestido con vaqueros y camiseta blanca? Desde luego que sí, porque ha dedicado un gran esfuerzo creativo a su trabajo. En las preguntas que se hace a sí mismo, expresa: «Hay invención a través de la artesanía. ¿Sabes tejer abalorios? Plumas y cuentas imaginarias, hechas de macramé, se mueven y envuelven la forma».
Así fueron las piezas en el último desfile de Alaïa
Una chaqueta muy atrevida contrasta con la fluidez de una falda, hay un baile de flecos que, a su vez, es realmente unos pantalones trampantojo. La mayoría de las prendas se envuelven alrededor del cuerpo, como un giro, lo que da otras formas a estas prendas: un mono abierto, una falda escotada, un nuevo vestido al bies…
Otros pasajes son verdaderas expresiones artísticas, como los drapeados que rodean el busto y los brazos pero dejan al descubierto la espalda, o las asombrosas fundas a modo de mallas que cubren todo el cuerpo. Pero, por último, dejemos que sea el propio autor quien lo cuente: «La escultura se dibuja contra la piel: siempre se siente el cuerpo de la mujer en ella, en movimiento, en vivo». No hay nada mejor.