Hablamos con Blanca y María, fundadoras de Piso, para conocer todo sobre esta marca que ha nacido este mismo año:
¿Cómo definiríais la estética de la firma? ¿Qué la diferencia del resto?
En PISO, la elegancia no está reñida con la rebeldía. De hecho, conviven —y se potencian— en cada diseño. Esa tensión creativa se traduce en combinaciones inesperadas: tejidos que, a primera vista, no deberían encontrarse, pero que en manos de la firma adquieren un nuevo lenguaje. ¿Lycra de seda con crochet? Suena arriesgado, y lo es. Pero ahí está la clave: apostar por lo inusual, lo que rompe la norma y termina por imponer estilo. Cada vestido es una mezcla meditada de texturas, patrones y materiales que desafían lo establecido, y por eso funcionan. No hay fórmulas; hay intuición, carácter y una estética que se atreve a mezclar lo imposible con lo impecable.
¿Cómo ha sido el proceso creativo?
Desde el principio supimos que esta colección iba a ser una declaración de libertad. No queríamos jugar a lo seguro ni seguir tendencias. Queríamos crear desde el corazón, sin que nada ‘comercial’ nos limitara. Fue un proceso muy intuitivo, muy libre, y, sobre todo, muy divertido. Cada una de nosotras tiene un estilo propio, muy marcado, pero al ser la primera colección decidimos trabajar todo en conjunto. El proceso creativo fue una conversación constante, llena de energía y complicidad. Y lo más bonito es que, cuanto más loca era una idea, más ganas teníamos ambas de hacerla realidad. No había miedo, solo ganas de explorar lo inesperado. Nos encanta esa tensión entre elegancia y rebeldía. En nuestros diseños, esos dos mundos no se excluyen, se potencian. Buscamos contrastes que, a primera vista, no deberían funcionar: texturas rústicas junto a tejidos técnicos, patrones clásicos con cortes transgresores. Pero al unirlos desde la intuición —y no desde la lógica— logramos algo nuevo, con identidad. En PISO, crear significa romper normas, confiar en la intuición y arriesgar con todo. Apostamos por lo que nos emociona, porque sabemos que ahí es dónde nace el verdadero estilo.
¿En qué os habéis inspirado para la creación de estas prendas? ¿Qué hay en vuestro ‘moodboard’ creativo?
Para esta colección, nos sumergimos en un universo visual que siempre nos ha fascinado: la arquitectura y el diseño de interiores de los años 70 y 80. Hay algo en ese enfoque casi escultórico de las formas que nos atrapa. Todo parece un puzzle imposible que, sin saber muy bien cómo, termina encajando a la perfección. Nos inspiramos en cómo se dibujan las sombras, en la geometría sutil de una lámpara vintage, en la textura de un suelo o en cómo la luz recorre una pared. A veces, una simple curva en un mueble o la disposición de una habitación nos daba la pista para un patrón, una silueta, un volumen. Trabajamos con esa idea de armonía inesperada: que todo puede convivir si se mezcla con sensibilidad. Y eso se convirtió en uno de nuestros motores creativos más importantes. Más allá de las referencias estéticas, lo que más nos ha guiado es ese espíritu de mezclar todo con todo… pero hacerlo con delicadeza. Que no parezca forzado, sino natural. Como cuando entras a un espacio y no sabes por qué te gusta, pero te hace sentir algo. Eso es lo que queríamos lograr con cada prenda: que emocionase, aunque no se pudiera explicar del todo.