Una propuesta en la que las plumas han impregnado estampados, cinturones y detalles varios (el marabú se ha implantado en muchos de los looks), combinándose con tweed en blanco y negro, pero también en conjuntos cargados de color. Y es que la paleta pastel ha sido la clara protagonista de esta colección, apostando por el omnipresente tono mantequilla, el turquesa o el coral como grandes aliados para combatir el calor. Tonos que han bañado lanas y algodones, pero también tejidos ligeros y vaporosos que han envuelto los cuerpos (por cierto, más diversos que de costumbre) como una segunda piel.
Así, ha habido espacio para la fluidez que reclama la época estival con la gasa como protagonista, pero también para ciertos guiños artísticos en los que las superposiciones han transformado a las tops en auténticas aves del paraíso. Todo ello, sin olvidar los must habituales: perlas, cadenas, plataformas (como ya vimos en Prada o Stella McCartney) y hasta bolsos objeto de deseo (quién no quiere pasearse con una jaula victoriana colgada del hombro). En definitiva, una vuelta de tuerca que mira hacia lo conocido y gana en su apuesta. Porque cuando algo funciona, no es necesario cambiarlo.