Por la Diada Nacional de España | Opinión

El Partido Socialista, según la Agencia Efe, quiere suspender el pleno del Congreso previsto para el 11 de septiembre para respetar la celebración de la Diada de Cataluña. La idea es buena pero insuficiente. Una medida más beneficiosa para la integración y el sentimiento general de pertenencia sería extender el festivo a toda España. Ni siquiera hay que alterar mucho el nombre: ya se llama Fiesta Nacional de Cataluña y según el artículo 8.1 del Estatut es un símbolo nacional. Conmemorar en todo el Estado la capitulación de Barcelona ante las tropas del duque de Berwick durante la guerra de Sucesión permitiría impulsar el conocimiento de la historia de nuestro país y una gran contienda europea, de los fueros y las instituciones, e introduciría un nuevo asunto del que podríamos discutir en redes y heladerías en todas las lenguas del Estado. Vendría a sumarse a las disputas del 12 de octubre entre quienes dicen que no celebran un genocidio y quienes señalan no hay nada como la Hispanidad, a las polémicas sobre Eurovisión, y al cisma sobre la tortilla de patata con cebolla y sin cebolla que anima las conversaciones de tantas familias. Como ha explicado el filósofo Ernesto Castro, la secularización de la sociedad propicia la aparición de rituales sustitutorios: los mejores son los que recurren periódicamente.

La fecha tiene sugerentes ramificaciones: coincide con la derrota de los romanos en la batalla del bosque de Teutoburgo y de los turcos a las puertas de Viena, con la llegada de Henry Hudson a Manhattan y el decreto de expulsión de los moriscos del reino de Valencia, con el golpe de Estado de Pinochet y el atentado de las Torres Gemelas, con el nacimiento de D. H. Lawrence, Theodor Adorno y Julio Salinas, y con el fallecimiento de Melisenda de Jerusalén, Nikita Jruschov y Javier Marías. Además, está bien situada: llega cuando acaban las últimas fiestas patronales, marca el inicio del curso y contribuye a mitigar la depresión posvacacional. Promete discusiones gloriosas, con la energía y el conocimiento acumulados durante el verano, y con la garantía entrañable de que veremos los mismos argumentos año tras año, como cuando volvemos al pueblo. Estas polémicas pueden ser un poco macarras, pero crean comunidad, un concepto que algunos estudiosos definen como un grupo de gente que discute a gritos. Sin duda, la iniciativa tiene sus riesgos, si otras comunidades autónomas recurren al habitual café para todos. Pero sus reivindicaciones también pueden incorporarse a la celebración: la Diada Nacional de España no dejará a nadie atrás.

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