“¿Qué significa la feminidad hoy en día? ¿Cómo puede definirse?” plantaba Prada en el texto con el que acompañaba hace unos minutos su publicación en Instagram relativa a su último desfile. Viniendo de la firma italiana, la coyuntura no es precisamente nueva: es ese ejercicio de generar preguntas, de abrir debate, la que vertebra la forma de concebir el diseño de mujer de la casa. Miuccia lleva desde los comienzos dinamitando las nociones instauradas que se tienen de la imagen femenina para demostrar que es, siempre, un constructo social.
Y lo ha hecho abogando por una complicadísima década (debido a todos sus matices) cuya estética de muñeca no contradijo (a muy, muy grandes rasgos) los avances sociales femeninos. En pleno apogeo de los años 80, más conservadores y alineados con las políticas actuales, Prada propone abrirle la puerta a los más libres sesenta, con siluetas holgadas que abrazan el cuerpo en vez de encorsetarlo. No esperemos nada diferente en la marca: la sensualidad se consigue siempre a partir de escotes desenfadados y minifaldas y microshorts cuya forma de exhibir es más inocente que intencionada.
El vestido es uno de los protagonistas absolutos de la colección de otoño-invierno 2025-2026, con diseños que incorporan detalles como lazadas y estampados con un guiño nostálgico. Tampoco falta esa vertiente más práctica, con otros gestos estilísticos como botones y esencialmente, bolsillos XL, como los que propuso por aquel entonces la creadora Bonnie Cashin. En 2025, estas prendas se actualizan a través de patrones y sobre todo, de fórmulas estilísticas como vestidos sobre pantalones sastre y vaqueros. El layering con camisa por debajo es otra opción que han subido a la pasarela.
La feminidad en Prada nunca pasa sin indagar tampoco en aquellas prendas que ha vestido históricamente a la fuerza de trabajo. De entre todas ellas, en la colección otoño-invierno 2025-26 se revisita la chaqueta Harrington, que la firma ya introdujo la temporada pasada. Si en primavera proponía llevarla con camisa y pantalones de sastre, esta vez se conjuga con falda lápiz y top de punto ajustado. Los colores, en tonos pastel, descontextualizan este básico que se suele llevar en tonos neutros. Otras alternativas que se plantean para el look de oficina pasan por las prendas pijameras, con bermudas, minifaldas oversize y camisas en tonos como el verde menta o el marrón chocolate.
La piel con acabado mantequilla y el pelo, tan presente en otras firmas esta temporada, también asoma en la propuesta de Prada, con abrigos de paño y de cuero festoneados por cuellos llamativos teñidos de negro o marrón. Incluso han incluido un abrigo oversize elaborado enteramente de pelo, con solapas beige como de borrego. Hay looks que resumen como ninguno la esencia Prada: un vestido tipo túnica en su color verde lima fetiche, una estola de pelo al cuello y la melena suelta y despeinada (en contraposición a un buen bouffant que se podría llevar en los 60) son la idea de feminidad actual a los ojos de la marca.
