Lo primero que reconoce Lourdes Hernández (aka Russian Red; Madrid, 1985) es que es dada a la procrastinación. “Lo malo es que no es como si dijeras: ‘Bueno, como no lo estoy haciendo, pues no me estreso’. No, el estrés lo tienes igual, precisamente, porque no lo estás haciendo. Luego, te pones con ello en el último momento ya con una filosofía de, mira, que salga lo que tenga que salir”, comenta entre risas la multifacética intérprete al comienzo de su charla con Vogue España.
Son las diez y media de la mañana del pasado jueves, 13 de marzo, y la artista aún está memorizando algunas de sus letras. Quedan por entonces solo un puñado de horas para que tenga lugar el primero de los cuatro conciertos que va a ofrecer en el marco de la residencia que protagoniza en el madrileño Café Berlín. Allí, la cantante volverá a subirse al escenario en las noches del 26 de abril, 23 de mayo y 20 de junio para defender el espectáculo híbrido que ha titulado, a modo de declaración de intenciones, No voy a cantar Cigarettes –en referencia al que hasta la fecha sigue siendo su tema más escuchado, perteneciente a su álbum debut, I love your glasses (2008)–.
¿Cuál es la premisa de un show en el que te dispones “a cantar canciones y a abrir melones”, tal como se anuncia? “Sí, esa frase es mía (ríe). Es una especie de Russian Red al desnudo. No voy a cantar Cigarettes porque este directo va de otra cosa. Va de que yo también tenga la oportunidad de metamorfosearme ante el público, porque ya no tengo 20 años, tengo 40. No puedo seguir acarreando el peso y la imagen de una chica que ya no soy”, introduce, a la par que dice haber dejado un espacio muy amplio para la improvisación. “Es lo que más me interesa, que el show esté muy vivo para poder sumergirme en ese viaje tan mío y llevar al público conmigo”, ahonda.
Lourdes Hernández, en el salón de su casa.Cecilia Álvarez-Hevia Arias