
Desde la ventana, mientras fregaba los platos, vi algo moverse en el agua. Se agitaba con desesperación. Vivo cerca del Estrecho de Gibraltar, así que lo primero que pensé fue que era un hombre. Cogí una toalla y le dije a mi hija de tres años que nos íbamos a la playa. Mientras bajábamos a toda prisa, iba pensando en cómo sacarlo sola, en que un cuerpo al borde del ahogo puede hundirte con él. Recordé que en algunas zonas de Japón los socorristas, cuando no tienen otra opción, golpean la cabeza del ahogado para desmayarlo antes del rescate.
