Pros y contras de ‘Misión imposible: Sentencia final’: una despedida agridulce

Después de 30 años, la saga ‘Misión imposible’ se despide. O eso parece… Esta última entrega tiene un tono entre nostálgico y celebratorio (hay numerosos guiños y recuerdos a las películas anteriores) que parece apuntar en esa dirección. Quizás no a un cierre definitivo -eso dependerá de los resultados en taquilla- pero sí a un fin de ciclo. Y eso que el sesentón Tom Cruise parece más en forma que cuando hizo la primera con treinta y pocos. ¿Otro reboot a la vista para enganchar a las nuevas generaciones?

Lo mejor de ‘Misión imposible: Sentencia final’
1. Su mera existencia. Esto va a sonar un poco a contertulio de ‘Cowboys de Medianoche’, pero ahí va: ya no se hacen películas de acción así. O muy pocas. En un Hollywood donde la mayoría de los blockbusters son indistinguibles unos de otros desde un punto de vista visual y narrativo, donde los directores pintan menos que el señor del catering y los actores se pasan la jornada delante de una pantalla verde, la saga ‘Misión imposible’ es un ejemplo perfecto de cine espectáculo que consigue equilibrar de forma muy armónica acción (en esta entrega hay dos set pieces fabulosas), humor, emoción y narración. Christopher McQuarrie, autor de las cuatro últimas, demuestra que sabe rodar, pero también contar.

2. El carisma de Tom Cruise. Seguramente la escasez de este tipo de cine de acción tiene que ver con la ausencia de estrellas del calibre de Cruise. Esta figura del actor-autor, comprometido con la realización de la película hasta límites enfermizos (yo creo que la Cienciología le ha convencido de que es inmortal) y con un entusiasmo contagioso, sí que está en vías de extinción. De hecho, seguramente desaparezca cuando el actor se jubile (o se vea obligado a jubilarse, más bien). A Cruise se le pueden poner todas las pegas que uno quiera: sobre el tipo de masculinidad que representa, sus dotes actorales, su gigantesco ego… Pero ni una a su capacidad para llevar todo el peso –dramático, simbólico, financiero- de la película sobre sus espadas y convertir a su personaje, Ethan Hunt, en sinónimo del mejor cine de entretenimiento.

Lo peor de ‘Misión imposible: Sentencia final’
1. La primera media hora. Hay que ver lo que le cuesta arrancar a esta segunda parte. Entre homenajes a la saga (¿cuántas veces sale la escena de Tom Cruise descolgándose en la primera película?), flashbacks (y más flashbacks) para refrescar la memoria sobre lo ocurrido en la anterior, y un torrente de palabrería para recordar qué misiones imposibles ya se habían completado y cuáles quedan por resolver, la película no termina de empezar.

2. Su excesiva solemnidad. No sé si se debe al hecho de estar haciendo la que podría ser la última entrega de la saga o a que director y actor están preocupadísimos por el futuro de la humanidad, pero lo cierto es que ‘Misión imposible: Sentencia final’ (¿por qué no se llama ‘Sentencia mortal – Parte 2’?) tiene una gravedad y una trascendencia en su discurso -geopolítico y humanístico- que resultan chocantes, muy ajenas al espíritu lúdico de la saga. De hecho, toda la parte que transcurre en los despachos funciona peor que la melena larga que se ha dejado Cruise para esta entrega.

3. La sombra de ‘Sentencia mortal’ es demasiado alargada. La he vuelto a ver para esta segunda parte y me parece incluso mejor de lo que recordaba. El listón estaba tan sumamente alto -si eso era solo la primera mitad, cómo debía ser la traca final- que la sensación que queda es que ‘Sentencia final’ es una película entretenida, más o menos divertida, pero sin alcanzar las cotas de ingenio, emoción, espectacularidad y diversión de su predecesora. ‘Sentencia mortal’ deja a ‘Sentencia final’ como Cruise se pasa gran parte de la película: en gayumbos.

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