Raquel Peláez: “Uno siempre puede ser el pijo de otro”

Por eso el suyo es un libro de historia. Más bien “una historia de España contada a través de los pijos”. Peláez desgrana, casi por décadas y desde la época galdosiana, el relato de un país contado desde su crónica social, y con la atención puesta en los detalles. Un ejercicio del que se desprenden importantes claves sobre la configuración socioeconómica que pervive aún hoy en el orden social; un revelador ‘quién es quién’ de la élite que incide en explicar el origen de ese poder. Y ese es un relato que no se suele contar. En su recorrido historiográfico Peláez emplea el rigor con la misma medida que el sentido del humor, para dar una tipología de los pijos patrios de florida nomenclatura. Desde los nobles del XIX y los Pacoaristócratas –la nueva clase alta que germinó en el franquismo con una distribución de títulos nobiliarios y privilegios de explotación atribuida a dedo por el dictador–, pasando por la beautiful people de la élite cultural, que encarnó el imaginario aspiracional de los votantes de Felipe González, hasta llegar a los ‘cayetanos’ actuales, a los que tan atinadamente cantó la banda Carolina Durante. Este último, un pijo que encuentra un renovado orgullo en una forma de exhibirse en el mundo que es, además, ostensiblemente conservadora, y que Peláez rastrea en Alfonso XIII, tal vez el primer ‘cayetano’ de la historia. “Esta tipología es un fenómeno del siglo XXI”, explica. “Pero su obsesión con las banderas, esa nostalgia por el folclore, su forma de expresar riqueza a través fincas, caballos, balnearios, deportes prestigiosos y demás entronca con el universo de esa primera clase ociosa».

Un regreso extravagante que se explica, según la autora, por la coyuntura socioeconómica actual. “Estamos en un momento de la historia en el que, debido al debilitamiento del estado del bienestar y de las estructuras protectoras, está en auge el capitalismo patrimonial y la importancia de la herencia”, explica. “Se da una glorificación del triunfo a través del dinero y un auge de la aporofobia; nadie quiere que el otro le vea como alguien humilde”. Al mismo tiempo, la emulación pecuniaria de este tipo de rico convive con una realidad social de precariedad y escalada del coste de la vida. “Se han mitificado cosas que son derechos básicos: desde una ensalada de tomate rica, con orégano, servida bajo el sol, hasta un servicio médico”, reflexiona. “Esto beneficia a las minorías que manejan las estructuras económicas: glamurizar los servicios públicos les permite cobrar por ellos, subir el ticket del restaurante de 25 a 60 euros, y en esta glamurización estamos todos metidos en un barco de quiero y no puedo”.

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