RAYE y KNEECAP, históricos en el Bilbao BBK Live más complicado – jenesaispop.com

Cuando me levanté ayer y leí la predicción de «tormenta severa» para la segunda jornada de Bilbao BBK Live, no le di mucha importancia. Unas horas más tarde, después de la cancelación de Amaia, me reía viendo los rayos golpear el cielo de Kobetamendi. Fue una jornada de fallos técnicos, barrizales y chubasqueros, pero también de conciertos espectaculares. Al final, mereció la pena.

La experiencia de ver a Jessica Pratt y a KNEECAP seguidos es totalmente extrema. El concierto de la cantautora norteamericana desprende paz y serenidad. Su mágica voz es lo más llamativo de un set que no pretende ser espectacular, sino reconfortante. Acompañada de tres músicos (teclado, bajo, saxofón) y un percusionista que habría hecho sonreír al mismísimo Brian Wilson, Pratt se mostró con una calma contagiosa, como si estuviese tocando en el porche de su casa. Si escuchaba con la suficiente atención, podía notar como mi pulso se ralentizaba. Sus acompañantes, igual de relajados.

La preciosísima ‘The Last Year’, con los instrumentos uniéndose poco a poco a la mezcla, provocó que los pocos que estábamos allí explotásemos en aplausos y vítores. Realmente este fue el caso con cada canción, pero con esta nos lucimos. Mientras que el público se deshacía en elogios hacia Pratt, como «¡Brava!» o «¡Reina!», ella se limitaba a dar las gracias de forma tímida. Y por eso la queremos. Por eso, y por ‘Life Is’. Con esta armonía interior fui a ver a KNEECAP. Poco me duró. Podría describir el concierto en dos palabras: hype merecido.

Sergio Albert

El grupo irlandés llegaba a Bilbao después de que uno de sus miembros, Mo Chara, fuese acusado de terrorismo tras presuntamente exhibir una bandera de Hezbolá durante un concierto en Londres y de que el primer ministro británico calificase su actuación en Glastonbury como «inapropiada». Las polémicas, sin duda, dieron sus frutos. Los rayos ya se vislumbraban en el horizonte, por lo que el set prometía ser un épico concierto bajo la lluvia. El primero de la jornada, pero no el último, gracias a RAYE.

Antes de salir al escenario, la denuncia al genocidio en Gaza ya está servida en las pantallas y entre el público, con decenas de banderas palestinas. DJ Próvai es el primero en aparecer, con la bandera de Euskal Herria por delante y la de Irlanda en el pasamontañas. Una imagen que vale más que mil palabras. De hecho, abordaron el tema más avanzado el set: «Crecimos aprendiendo sobre la lucha vasca y el reto de salvar el euskera. Siempre nos hemos sentido identificados. Por eso en Irlanda y Euskal Herria apoyamos a Palestina», denunció Móglaí Bap en un discurso en el que también se mencionó el catalán. Mo Chara sube la apuesta: «Sabemos lo que es estar en manos del colonialismo y aun así ser los malos en los medios de comunicación». No dejaron títere con cabeza, dirigiéndose también a aquellos que les critican por supuestamente aprovecharse del genocidio palestino para ganar fama: «La historia no es KNEECAP, sino Gaza. El resto es una distracción».

KNEECAP debe ser el grupo actual más volcado con la causa palestina, remitiéndose a los valores originales del rap. Al poco de comenzar, pararon el show e invitaron a tres personas nacidas en Gaza para que hablasen (y cantasen) por sí mismas. Un momento necesario en un set que fue, en esencia, diversión del más alto nivel. Es convertir la rabia existencial en pogos enormes. Tampoco es común ver a raperos tan jóvenes prescindir de hypeman y resulta una refrescante sorpresa. No se saltan una palabra.

Sergio Albert

‘Sick In The Head’ y ‘I’m Flush’ fueron el calentamiento. Mo Chara y Móglaí Bap no tardaron en señalar los lugares de la pista en los que faltaban pogos. ‘Fine Art’ y ‘Rhino Ket’, que provocó uno de los moshpits más grande que yo haya visto, lo remediaron enseguida. Era algo totalmente inescapable, con todos los círculos que se habían formado en el centro de la pista juntándose en uno solo. Es un concierto agresivo, por la propia naturaleza de la música, pero está lejos de ser algo destructivo. Móglaí Bap se preocupa de recordar a la gente que si alguien se cae, hay que levantarlo. Es gracioso que poco después el mismo exclame la frase «¡Que le jodan a seguridad!» al pedirle al público que se suban a los hombros de sus colegas para ‘Get Your Brits Out’.

Adrenalina, activismo y hermandad fueron los ingredientes principales de un concierto totalmente necesario. Hoy en día, más que nunca. Dicho esto, lo que necesitaba después era un respiro. De momento, la jornada se sentía como un viaje en el tiempo constante, pasando de los cantautores de los 60 al rap más actual y de vuelta a la década de los 70 con el dulce soul de Jalen Ngonda. Viendo cómo se desenvolvía el artista de Maryland en el escenario, unido a lo atemporal de su voz, lo único que se me venía a la cabeza eran los grandes: Marvin, Stevie, Mayfield… Sé que son palabras mayores, pero había que estar allí. ‘Anyone In Love’ y ‘Come Around and Love Me’ se sucedieron ante el disfrute absoluto y visible de una audiencia que demostró tener groove de sobra. Pocas veces un público mayoritariamente blanco ha acertado con tanto éxito dónde van las palmas sin que se lo indiquen. Eso sí que es conexión.

Al otro lado del recinto, Amyl and the Sniffers estaban dando caña para los que se habían quedado con ganas de más después de KNEECAP. Amy Taylor es el alma y el foco de atención indiscutible de una banda que coquetea con el punk y el hard rock, pero que tampoco descuida una melodía pegadiza. Bajo la lluvia todo cobra un aura especial, y esto mismo ocurrió en los momentos finales del concierto, con ‘Hertz’ o ‘U Should Not Be Doing That’. Puede que le metiesen demasiado caña, porque desataron una durísima tormenta que afectó especialmente a los sets de Amaia y RAYE.

Sara Irazabal

La lluvia pegaba fuerte en Kobetamendi, pero los fans de la pamplonesa no la iban a dejar colgada. Con rayos y diluvio, su público era enorme. Yo me animé a bajar a la pista, pero me arrepentí después de unos pocos minutos. El retumbar de los truenos se escuchaba más que el propio concierto. Amaia no perdió su humor en ningún momento: «Mal día para alisarme el pelo». Pasados los 15 minutos, el viento se levantó y la situación se volvió impracticable. La programación se detuvo hasta nuevo aviso. ¿Dónde va la gente que no tiene acceso VIP en esta situación? Donde pillen. El escenario Johnnie Walker era claramente el refugio más cotizado, al combinar techo y música.

Más de una hora después, el viento se había relajado, pero la lluvía seguía cayendo con fuerza. Muchos fans de Amaia se habían quedado todo este tiempo bajo las horribles condiciones metereológicas esperando el regreso de la cantante, que nunca llegó. En su lugar, y sin previo aviso, RAYE dio comienzo a su set 10 minutos después de la hora programada. Esperanza. El escenario era una fantasía sacada de la época dorada de Hollywood, emulando las cortinas rojas de un lujoso teatro y con el nombre de la cantante plasmado en unas resplandecientes y enormes letras. Toda la banda, que bien podría ser una orquesta, vestida de traje fue el toque perfecto.

Maitane Campos

Desde el primer momento y todavía jarreando, la artista británica se muestra tan carismática como elocuente, adelantando un largo set que finalmente no se pudo dar: «Soy una drama queen y, musicalmente, amo el drama», suelta. Lo demuestra luciendo su perfecta voz en cualquier oportunidad posible. En una de estas, en pleno a cappella, se da cuenta de que algo está saliendo mal, pero sigue devorando: «Hay algo raro con mi auricular, no puedo escuchar la puta canción», improvisa de forma impresionante e hilarante a la vez. Quería drama y lo tuvo. Avisaron de que el concierto tenía que pararse 5 minutos por un fallo en el equipamiento. Más de 15 minutos después, empezaba el espectáculo de verdad.

RAYE dio una increíble lección de profesionalidad, talento y resistencia ante la adversidad. Después de agradecer a los presentes de corazón que no se fuesen, la británica nos regaló el momento más peliculero que yo haya vivido en un concierto. «Voy abrazar esto», dijo antes de dejarse empapar por la lluvia. A continuación, la interpretación más épica posible de ‘I Know You’re Hurting’. RAYE se convirtió, literalmente, en la gata bajo la lluvia. Los que sufrieron su cancelación en el diluvio de Kalorama el año pasado estarán dándose de cabezazos ahora mismo.

Sergio Albert

Después de este momentazo, el público no podía defraudar, desprendiendo una energía pasmosa hasta el final del set. Por supuesto, todo gracias a la apasionada naturalidad de RAYE: «Esto empezó como un desastre, pero se está convirtiendo en algo realmente precioso», exclamó mientras el rímel caía por sus mejillas. Yo no lo podría haber dicho mejor. El resto del concierto asentó la idea de que se trataba de algo digno de tener grabado para revisitarlo una y otra vez. Nunca me habían hecho spoiler de un clímax musical de forma tan explícita («Dentro de 10 segundos va a ocurrir») y es una sensación increíble.

RAYE desafió a la tormenta y ganó, enamorando y asombrando a la vez a todos los que tuvimos la gran idea de acercarnos al encharcado barrizal que antes llamábamos escenario principal. También demostró tener un corazón enorme: «Cuando me ofrecieron ser cabeza de cartel, no estaba segura de si iba a conectar con el público», admitió. ¿Habría estado bien experimentar el concierto completo sin alteraciones? Sí. ¿Lo hubiera preferido? No, porque lo de ayer es irrepetible.

Sergio Albert

Bad Gyal salió al escenario 20 minutos más tarde de lo previsto, aunque la lluvia ya había parado hace rato. Todos teníamos la esperanza de que un buen perreo del infierno nos quitara los males del resto de la jornada, pero lo que recibimos fue un poco cuadro. Los días de tirar hacia delante con un micrófono y algunos bailarines se quedaron muy atrás. En su lugar, Alba Farelo presenta un show de superestrella, con set pieces, grandes coreografías y mucha preparación. De hecho, puede que esté demasiado medido. Da la sensación de estar viendo un concierto por fascículos, con mini pausas cada 2 o 3 canciones. Al mismo tiempo, hay un total de cero espontaneidad.

La primera parte está centrada en la faceta dancehall de la artista y, aunque parezca sarcasmo, se nota que Bad Gyal ha mejorado vocalmente. El icónico autotune sigue ahí, pero es muchísimo más sutil que en el pasado. Por otro lado, la segunda mitad saca a relucir los temazos de reggaetón de la catalana, que no son precisamente pocos. Una pena que esta empiece de forma atropellada, con el micrófono pillándose por momentos durante ‘Flow 2000’. Ayer nadie podía tener el día tranquilo, al parecer. Antes de terminar, Farelo protagonizó un momento extraño: «Durante el concierto me he dado cuenta de que tengo una pierna un poco rara y no me he movido como me gustaría», admitió. Yo no había notado nada. Lo mejor del concierto fue ‘Fiebre’, y no hizo falta ni bailarines ni nada. Solo Bad Gyal y su poderío natural.

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