“En este sentido, la resiliencia se vuelve tóxica cuando una persona intenta afrontar y responder activamente sin considerar sus límites. Podemos decir que en estos casos, se parece a la obstinación y es muy arriesgada”, explica Silvia. Será entonces cuando la persona no logre realmente afrontar el evento que tiene delante, sino que se estrelle contra él y la flexibilidad característica del resiliente se transforme en rigidez.
El trabajo es un espacio en el que se puede poner en juego continuamente nuestra capacidad de resiliencia, ya que nos ofrece ocasiones de enriquecimiento y de estrés a todos los niveles psicológicos. Todos estos estímulos se pueden percibir en un continuum que va desde ser extremadamente enriquecedores hasta potencialmente traumáticos. “Por ejemplo, las relaciones con los compañeros pueden ser amistosas o competitivas, las relaciones con los superiores pueden hacernos sentir apoyados y valorados, o bien menospreciados y maltratados. En cuanto a los horarios más o menos rígidos, podemos sentir que el trabajo es el compromiso adecuado con nuestra vida o el principal obstáculo cotidiano para nuestros deseos. Y así sucesivamente con el salario, el lugar de trabajo, la tarea que realizamos, etc”, expone Silvia.
Como ejemplos visuales de lo anterior, tenemos el perfil de una persona acosada durante muchos meses por un superior en el trabajo. No pide ayuda, sino que hace todo lo posible por afrontarlo sola o por tolerar lo que sufre. Este escenario mostraría una «resiliencia tóxica». Como también lo haría ese perfil perfeccionista que no se conforma con afrontar una situación difícil, sino que debe hacerlo de manera excelente; algo que, como todos sabemos, no es posible. Esta toxicidad le llevaría a, en lugar de superar el obstáculo, culparse, juzgarse y no lograr «perdonarse».
¿Qué siente el sujeto en estos casos? La experiencia de fracaso, de impotencia, la percepción de no ser capaz o de ser profundamente incomprendido; frustración, estrés y malestar a nivel emocional, físico, relacional, familiar e inevitablemente laboral. Esto significa que se puede vivir el trabajo como un obstáculo, una jaula y, en el peor de los casos, se llega al burnout. Silvia dal Ben apunta que los compañeros se podrán convertir incluso en enemigos con los que competir y pelear, los superiores en perseguidores o jueces, “hasta el punto de la total ruptura, en la que la única opción posible sea huir, es decir, renunciar”.