Rupturas amorosas: ¿Por qué aumentan en verano?

Rupturas amorosas: ¿por qué aumentan en verano?

El verano es, por excelencia, el caldo de cultivo perfecto para el amor. Pasas más tiempo fuera de casa (y de la oficina) y, por ende, conoces a más gente nueva, los días también son más largos y las noches más interesantes, y las vacaciones de por medio añaden una carga extra de novedad, ilusión y, a veces, algún que otro affair. Eso del ‘amor de verano’, aunque manido, existe. Prueba de ello son las mil y una producciones audiovisuales —tan cursis como adictivas, reconozcámoslo— que afloran en esta época del año en las plataformas de streaming, o el aumento exponencial de las descargas de las apps de citas llegado julio. Las ganas de dopamina son palpables, sí, pero, ¿qué ocurre con las relaciones ya consolidadas? Es aquí donde entra en juego el famoso FOMO —siglas en inglés de «fear of missing out», es decir, “miedo a perderse algo”—, de la mano de esas reglas no escritas sobre lo que debería ser un buen verano y que pueden darse, o no: viajes, aumento de planes sociales, festivales y un sin fin de actividades a priori increíblemente placenteras. Ante toda esa expectativa y ante una relación que tambalea, puede que el compromiso que estamos dispuestos a ejercer disminuya. Entonces… ¿Es el verano la prueba de fuego de una relación, o todo lo contrario?

Calor, vacaciones y tiempo libre, ¿un handicap para tu relación?

“El calor propio de la temporada estival favorece la irritabilidad de manera generalizada. Las altas temperaturas pueden implicar un descanso deficitario, cansancio y sensación de apatía, y todo esto puede influir en conductas más hostiles hacia nuestra pareja, familiares o amigos”, comienza explicando María Cordón (@mariacordonpsicologa), psicóloga sanitaria especialista en perspectiva de género, y continúa: “Además, las vacaciones no dejan de ser una experiencia/situación en la que se ponen muchas expectativas, y que implica una planificación previa y posteriormente compartir intimidad, espacio y tiempo con tu pareja. No es un estímulo que genere como tal un desencuentro, pero sí favorece obtener información sobre la persona con la que estamos compartiendo un proyecto de vida, por lo que, a veces, la información que obtenemos puede servirnos de utilidad para reflexionar acerca de si lo que estamos construyendo es lo que realmente deseamos, o no”. El tiempo libre asociado a esas vacaciones a las que alude la experta es, paradójicamente, otro de los posibles detonantes de una ruptura amorosa. ¿El motivo? Ciertas conversaciones enquistadas que se evitaban o postergaban durante el año por priorizar otras responsabilidades y quehaceres de la rutina diaria, y que salen ahora a flote acompañadas de emociones como la ira, la tristeza, la ansiedad o el agobio. Para evitarlo, la receta es simple: comunicación, comunicación y más comunicación los 365 días del año.

¿Cuáles son los motivos más típicos detrás de las rupturas amorosas?

Valores y proyectos de vida incompatibles, infidelidades o microinfidelidades, por mutuo acuerdo, porque el amor prevalece pero consideráis no continuarlo desde una relación de pareja, por necesidades diferentes, por conductas de destrucción hacia el propio vínculo… Una ruptura puede darse por muchísimas casuísticas, y no hay que pretender categorizar entre motivos más o menos importantes. El verano puede ser un detonante, pero nunca la razón principal. “De hecho, a veces, permanecemos en una relación porque pensamos que no hay un motivo de suficiente peso como para decir adiós. No hay que esperar a la gota que colma el vaso, a perdernos a nosotros mismos por mantener el vínculo”, argumenta la experta. Sea verano o no, la decisión de dar por terminada una relación de pareja siempre inicia un proceso doloroso en el que el paso del tiempo juega un papel esencial. “Cuando rompemos con alguien no solo rompemos con esa persona, también con el contexto que la engloba y con esos familiares y amigos con los que nos hemos vinculado en los últimos meses o años. Hacemos también un reajuste con las expectativas de futuro que teníamos con el otro y con nosotros mismos, y con los proyectos de vida que ahora se ven interrumpidos. Además, nos despedimos de una parte de nosotros que florecía en esa relación, que era característica de ese vínculo. No sólo se trata de romper con una persona, sino de hacer un reajuste global, y ese proceso conlleva tiempo”, añade Cordón.

Cómo superar una ruptura (sea o no en verano)

Cada persona y cada relación es un mundo, sin manual de instrucciones sobre cómo gestionar esa tremenda sensación de malestar que genera una ruptura amorosa. ‘Duelo’ viene de dolor, por lo que no hay ninguna manera de salir de aquí sin sentirlo, y tampoco hay unas fases establecidas; cada vínculo es único, y por ende el proceso también. “Lo que sí es característico de un proceso de desapego es la presencia de emociones desagradables, que no negativas, ya que todas tienen su función: rabia, tristeza, melancolía, nostalgia y un largo etcétera. Es necesario transitarlas, dejar que nos atraviesen todas ellas para posteriormente encontrarnos mejor. No se trata de superar algo o a alguien, más bien de convivir con el dolor y la pérdida”, cuenta la psicóloga antes de hacer alusión a uno de los traumas generales en este tipo de procesos: el miedo al reemplazo. “Uno de nuestros mayores miedos es que nos reemplacen, sin embargo, nadie va a ser igual que tú. Cada vez que nos enamoramos lo hacemos de manera diferente, construimos historias distintas y cada una con su idiosincrasia”. El truco aquí está, por tanto, en aprender a concedernos nuestros márgenes, nuestro tiempo por y para nosotros, sin apresurarnos en sanar ese vacío con otra persona. Para estar bien con el otro antes hay que estarlo con uno mismo, y para ello existen ciertas pautas generales a tener en cuenta:

1. Poner el foco en nosotros, en lo que nos hace sentir bien para contrarrestar el malestar. Una tarde en la playa, leer un buen libro, salir a correr o dedicarnos al autocuidado; todo es bienvenido mientras nos haga bien.
2. Permitirnos sentir el dolor. Experimentarlo, compartirlo y sanarlo, sin presionarnos ni autosabotearnos.
3. Rodearnos de personas que nos quieren y cuidan, el mejor antídoto para la tristeza.
4. Valorar la posibilidad de contacto cero, si la situación o la persona lo requiere. A veces, la información NO es poder.
5. No revisar las redes sociales de tu expareja, y no caer en la comparación con su vida. Sois personas diferentes, con procesos y un manejo de las emociones distinto. Y ninguno es mejor ni peor.
6. Tolerar la incertidumbre de lo que vendrá. Todo pasa por algo, y el futuro está lleno de posibilidades por descubrir. Sólo hace falta estar dispuestos a ello.



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