Salud cerebral y reserva cognitiva: una oda a los planes de fin de semana que nos cuidan

Salud cerebral y reserva cognitiva: la importancia de proteger nuestro tiempo libre

Las sobremesas eternas con amigos, las meriendas en familia, las tardes de juegos de mesa sin prisa, los clubes de lectura, las tardes de cine… la mayoría de estos planes en los que socializamos, nos reímos, hablamos de lo humano y lo divino, reconectamos con las personas que queremos como se ha hecho toda la vida (y no solo por wasap o mensajes de Instagram) y tenemos activa nuestra mente son un seguro de vida para nuestro cerebro. Y no lo decimos solo por el bienestar inmediato que provocan cuando suceden y después –pocas cosas reconfortan más que una tarde de risas y conversaciones sin otro objetivo más que el de disfrutar–. Lo decimos porque la ciencia, y concretamente los neurólogos, han comprobado que precisamente las relaciones sociales en persona y todos los encuentros que provoquen actividad en nuestro cerebro son una herramienta para cuidar la salud cerebral y la reserva cognitiva.

Es una de las conclusiones que se desprenden del libro Mantén joven tu cerebro, una guía de salud neurológica de la Sociedad Española de Neurología en la que han participado varios expertos de este campo, entre ellos el doctor Jesús Porta-Etessam, jefe del Servicio de Neurología de la Fundación Jiménez Díaz. En él se pone en valor la interacción social como factor clave en la prevención del deterioro cognitivo. Y se confirma que las relaciones sociales, las actividades que exigen esfuerzos desde el punto de vista de atención y concentración y las aficiones ayudan a mantener el cerebro ágil frente al paso del tiempo. También se puntualiza en el libro que el grado de complejidad de la actividad laboral ayuda a esa prevención: si exige concentración y plantea retos es un mecanismo protector del declive cognitivo. Pero en este caso queremos hacer una oda a todos esos planes y costumbres de los que hablábamos al principio que suelen suceder, sobre todo, durante el fin de semana. Y que claramente deberíamos practicar más de lunes a viernes: agendar un café con una amiga un lunes cualquiera; organizar un club de lectura un martes… no son solo planes para generar dopamina, sino una manera de mantener activo nuestro cerebro para que esté sano más tiempo.

“Las actividades de esparcimiento, desarrolladas en nuestro tiempo libre, representan una parte importante de nuestro día a día. Dentro de estas actividades se incluyen aquellas que pueden demandar un mayor grado de implicación desde el punto de vista social, físico o cognitivo. Es importante priorizarlas frente al sedentarismo no solo físico, sino también intelectual, ya que se ha demostrado que leer, viajar, aprender cosas nuevas o practicar deporte se asocian con un mayor nivel de reserva cognitiva y, por tanto, con un menor riesgo de padecer demencia”, se dice en un momento del libro.

Qué es la reserva cognitiva (y cuándo hay que cuidarla especialmente)

Aunque solo el nombre ya nos da pistas de lo que es (una especie de fondo de salud cerebral para el futuro), en este libro los doctores hacen referencia a su definición científica de una manera fácil. “La reserva cognitiva ha sido descrita como la capacidad que tiene nuestro cerebro para tolerar mejor las consecuencias de la patología asociada a la demencia. Dicho en otras palabras, la habilidad del cerebro para tolerar los cambios que se producen en el envejecimiento normal o patológico. Stern define la reserva cognitiva como un conjunto de recursos del cerebro que permiten el reclutamiento de redes neuronales adicionales que mejoran su funcionamiento a través de mecanismos de compensación. De esta forma, las diferencias que podemos ver en el rendimiento cognitivo entre dos individuos podrían justificarse por su reserva, que permite que unos sujetos compensen mejor el deterioro que otros”, explican. Y aunque esta reserva se va modelando con el paso del tiempo –la forma en la que vivimos influye y nuestras aficiones y vida social son parte importante de esta definición– los neurólogos recuerdan que hay dos momentos especialmente importantes en su desarrollo: la infancia (primeros años de la vida) y el comienzo de la edad adulta (entre los 30-40 años).

Otras maneras de proteger nuestro cerebro del envejecimiento

Por supuesto, el consabido ejercicio físico y alimentación saludable, así como la reducción del estrés, son factores claves. Pero extraemos otros planes sociales y de ocio que cuidan la salud cerebral (presente y futura):

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