El encargo de dirigir esta compilación definitiva lo recibió Hans Werner Holzwarth, detrás de publicaciones s para la misma editorial sobre David Hockney, Jean-Michel Basquiat y Ai Weiwei. El resultado “permite experimentar lo absolutamente extraño y, al mismo tiempo, la humanidad que había en la visión de Dalí. Su pintura puede parecer un delirio, pero casi siempre explora la condición humana. Piensa, por ejemplo, en las muletas de madera que sostienen las figuras en algunas de sus obras, o incluso en su autorretrato. Es como nos sentimos todos en algún momento”, transmite con entusiasmo el editor, que, preguntado por el afán divulgativo de un artista tan enigmático, asevera: “Dalí dijo: ‘Nunca he intentado explicar mis pinturas, por la sencilla razón de que yo mismo casi nunca las entiendo’. No pretendía que sus dibujos tuvieran un único signi- cado que descifrar. Seguía la idea del surrealismo de que la verdadera belleza reside en la yuxtaposición de distintos elementos al azar”
El año pasado fue el centenario de la publicación del primer manifiesto surrealista de André Breton (1924), considerado el acto fundacional del movimiento. La ciencia –concretamente, el psicoanálisis– y el arte –con nombres como el del catalán, pero también el del cineasta Luis Buñuel o la diseñadora de moda Elsa Schiaparelli– convergieron en la época más fructífera, creativa y emancipadora del siglo XX. ¿Por qué sigue fascinando hoy? Aguer lo tiene claro: “Apela a la imaginación, a la libertad, a la magia, a la provocación. Nos conecta con lo más profundo de nuestro ser. Dalí se adelanta a su tiempo y nos identificamos con su obra, su pensamiento, con el personaje que crea. Congura un universo propio y, en un mundo global, lo singular es clave, y él lo es”. En este libro se recorre su vida y obra: desde su vínculo con Federico García Lorca y la vanguardia catalana, hasta su paso por París y el encuentro con Gala; su salto a Hollywood, donde colaboró con Disney y Hitchcock (le confió la secuencia onírica de Spellbound, de 1945); y, finalmente, su regreso a España tras la Segunda Guerra Mundial, donde puso la primera piedra de su propio legado en el Teatro-Museo Dalí de Figueres.