Hablamos con la escritora estadounidense, autora de títulos de éxito como Gente muy fría, sobre este libro cuando se han cumplido ya doce años desde su primera publicación.
Vogue: ¿Desde su publicación en 2012 has podido revisitar este libro? El material es de una calidad muy íntima, ¿ha afectado a tu proceso de duelo?
Sarah Manguso (SM): Cuando un libro lleva ya en el mundo un tiempo olvido lo que he escrito. Si ha pasado el tiempo suficiente, incluso puedo leerlo como si lo hubiera escrito otra persona. Entonces no soy tan dura al juzgarlo, puedo leerlo como un libro y no como un producto de mi mente y mi corazón. Es este proceso de olvido lo que me permite centrar mi atención en el siguiente proyecto.
¿Qué impacto tiene para ti el proceso de escritura en el duelo?
Es más fácil escribir en torno al dolor, fingir que excavas en él e incluso decir cosas que realmente no piensas. Pero, para mí, éste se quedaría conmigo a menos que lo mirara directamente y lo tradujese en palabras. Si no nombro el dolor, éste controla mi manera de pensar, escribir y vivir, y temo ser controlada por fuerzas que no puedo ver. Así que me siento mejor al enfrentarme a mis emociones, incluso si son desagradables y dolorosas. Solo entonces siento que puedo dejar de pensar en ellas. Al escribir Los guardianes me sentí como extrayendo el dolor dentro de mi cuerpo y colocándolo en el exterior, como en una caja que llevas a un almacén lejos de ti.
¿Sientes que el conocimiento de la población en general sobre salud mental ha mejorado desde que escribiste este libro?
Es una pregunta que excede mi alcance, pero sí que parece que el público general comprende más matices sobre las enfermedades mentales hoy, gracias a las redes sociales. Creo que ya no quedan muchas personas que piensen en un diagnóstico de enfermedad mental como una palanca que cambia de posición, de “cuerdo” a “loco”. Cada vez más gente entiende que es posible enfermar ligera o temporalmente de la mente, al igual que te ocurre con un resfriado. También creo que las enfermedades psicóticas asustaban mucho más a la gente hace veinte años que ahora.
En el libro, haces una descripción en primera persona de tu vivencia del 11-S y de los días que le siguieron. De alguna manera, y tal vez porque entonces aún no estaba extendido el uso de redes sociales, ese capítulo quedó muy condicionado en la memoria colectiva desde el relato oficial que ofrecieron los medios de comunicación y sorprende leer testimonios como el tuyo. ¿Crees que aún quedan cosas por decir de aquel día? ¿Ha habido espacio para la polifonía de voces en el relato que queda en Estados Unidos de aquellos días?
Tras el 11-S los neoyorquinos llevaron a cabo un enorme proceso de duelo colectivo. Algunos creamos arte sobre ello. Pero las grandes redes sociales todavía no existían, así que no se dio una experiencia online colectiva de manera inmediata. Y la experiencia en primera persona del suceso, más allá de los puntos más dramáticos, permanecieron esencialmente como un misterio para todos aquellas personas que no estuvieron en Nueva York. Para mí era importante plasmar en Los guardianes como viví el 11-S porque, después de que muriese Harris, siete años después de aquello, seguía sin encontrar muchos testimonios personales de la experiencia que se asemejasen al mío. Vi caer la segunda torre, pero desde la seguridad del otro lado del río. No tuve que escapar corriendo de la nube de polvo. Aquellos recuerdos permanecían intactos aún cuando comencé a escribir este libro sobre Harris. Hoy, la mayoría de las respuestas inmediatas a los grandes eventos históricos tienen lugar online. Y esto es, en su mayor parte, algo bueno, porque favorece lo comunitario frente al aislamiento, pero no es tan bueno para mi proceso de escritura atender a diez mil puntos de vista sobre algo cuando todavía estoy en el proceso de experimentarlo.
¿Cómo te sientes ahora al pensar sobre Harris?
Se suele decir que el tiempo cura todas las heridas. Diecisiete años después, el dolor por su pérdida no es tan potente. Hace unos años, Harris se me apareció mientras meditaba. En aquella visión, me sonreía, caminaba hacia mí con mi gato Toast en brazos, que murió varios años después de él. Cuando los vi juntos pensé “¡por supuesto que Harris habría pensado en traer a Toast!” Era una de las personas más buenas que jamás he conocido.