Hotel, dulce hotel (1987)
Fue la primera canción que escuché de Joaquín. Me deslumbró y me atrapó de tal forma que me llevé su alma conmigo de vuelta a casa, incrustada en una casete. Era 1987. Yo cursaba el primer año de universidad en Madrid. Me recuerdo esa tarde en el piso de alguien, rodeada de gente y absorta en la música que salía de los altavoces. Era el último disco de un tal Sabina. De pronto ya no había nadie más en ese lugar, solo Joaquín y yo. Algunos años pasaron y el hechizo se repetiría; el día que lo conocí, en una habitación de hotel en Lima, Joaquín daba entrevistas de promoción. Al entrar para hacerle las fotos encargadas, a pesar del gentío que allí había, volvimos a quedarnos solos, como en un giro mágico del tiempo. Y hasta el sol de hoy. Quién me iba a decir a mí que, además de las conmovedoras palabras, las notas y los adjetivos, las metáforas inimitables, los versos y la música que convertí en mi bagaje emocional, me llevaría en el pack al tipo divertido, generoso, agudo, pero sobre todo bueno, en el buen sentido de la palabra, bueno. Esta despedida le ha permitido reencontrarse con sus canciones, como si de un descubrimiento se tratase, para paladearlas, para ofrecerlas a corazón abierto a quienes las han hecho suyas. Íntimamente deseo que este último vals no se acabe nunca y con él exorcicemos a la pálida dama. Escuche la canción >
Fue la primera canción que escuché de Joaquín. Me deslumbró y me atrapó de tal forma que me llevé su alma conmigo de vuelta a casa, incrustada en una casete. Era 1987. Yo cursaba el primer año de universidad en Madrid. Me recuerdo esa tarde en el piso de alguien, rodeada de gente y absorta en la música que salía de los altavoces. Era el último disco de un tal Sabina. De pronto ya no había nadie más en ese lugar, solo Joaquín y yo. Algunos años pasaron y el hechizo se repetiría; el día que lo conocí, en una habitación de hotel en Lima, Joaquín daba entrevistas de promoción. Al entrar para hacerle las fotos encargadas, a pesar del gentío que allí había, volvimos a quedarnos solos, como en un giro mágico del tiempo. Y hasta el sol de hoy. Quién me iba a decir a mí que, además de las conmovedoras palabras, las notas y los adjetivos, las metáforas inimitables, los versos y la música que convertí en mi bagaje emocional, me llevaría en el pack al tipo divertido, generoso, agudo, pero sobre todo bueno, en el buen sentido de la palabra, bueno. Esta despedida le ha permitido reencontrarse con sus canciones, como si de un descubrimiento se tratase, para paladearlas, para ofrecerlas a corazón abierto a quienes las han hecho suyas. Íntimamente deseo que este último vals no se acabe nunca y con él exorcicemos a la pálida dama. Escuche la canción >