Cada vez que un ex mío ha empezado a salir con alguien nuevo, lo he percibido como una invitación a obsesionarme. Es emocionante, en cierto modo, como si la nueva pareja se convirtiera en una pizarra en blanco sobre la que proyectar mis peores inseguridades. Generalmente, en contra de mi buen juicio, empiezo por fijarme en su cuerpo: ¿cómo es en comparación con el mío? ¿Qué ropa le sienta mejor a ella que a mí? ¿Cuánto se le encrespa el pelo cuando lo deja secar al aire? ¿Sus pies son tan anchos que necesita hormas especiales, o delicados y estrechos como los de una bailarina?
Y eso es solo la superficie. Una vez cubiertos esos básicos, hay infinitos campos por explorar. Como a qué se dedica, si es propietaria o alquila, cómo es con los niños, si sus amigos la describirían como «la caña» o «la friki» (siempre dicen ‘la caña’), y que Dios nos ayude si es francesa, un temor femenino omnipresente con el que Sin medida juega fantásticamente: la exnovia del nuevo interés amoroso de Jessica, Felix, es parisina (e interpretada por Adèle Exarchopoulos).
Es peligrosamente fácil obtener toda esta información gracias a las redes sociales, donde todo el mundo tiene acceso privilegiado a las capas profundas de las vidas ajenas. Más allá de Instagram y TikTok, siempre hay un LinkedIn, un X o un perfil de Facebook que no han utilizado en una década. En la mayoría de los casos, todo lo que necesitas es un nombre de pila como billete de entrada. En cuestión de segundos, puedes encontrarte vagando sin rumbo por la psique de alguien, buscando pistas y recuerdos. A veces, descubrir toda esta información me hace sentir fatal conmigo misma. Como si pusiera de relieve todo lo que secretamente siento que me falta. Pero otras veces, es casi absorbente. Incluso excitante. Como si lo necesitara para seguir adelante con mi día a día y poder llenarme de energía y entenderme a mí misma. La información se convierte en mi combustible. Mi propósito. Toda una religión en la que el mesías era ella.
Una vez, un ex ocultó intencionadamente la identidad de su nueva novia en un intento de protegerme (y probablemente también a ella), sabiendo que caería en la locura. Por supuesto, esto solo empeoró las cosas. Y me encontré a mí misma suplicándole histéricamente a él y a todos mis conocidos que me dijeran su nombre, como si toda mi autoestima pendiera de ese hilo.