Probablemente hayas picado en su página web, o pasado por alguna de sus tiendas para regalar algún tesoro de joyero. Desde 2014, Singularu se ha ido haciendo progresivamente un hueco en ese nicho de mercado de piezas especiales que no suponen rascarse demasiado el bolsillo. Con sede en Valencia, esta conocida firma ha sido una de las compañías que se han visto especialmente afectadas por la devastación que trajo consigo la DANA en la provincia a finales de octubre. “La riada ha destruido por completo nuestro almacén. Somos el sustento de 350 familias de manera directa, más todas las que dependen de forma indirecta. Así que nuestro objetivo claro era poder volver a trabajar”, confiesa Cristina Aristoy, cofundadora de la marca, para Vogue España.
Cortesía de Singularu
Cortesía de Singularu
A la metáfora del ave fénix a la que se han visto abocadas las empresas valencianas, esta enseña le suma una historia que es el perfecto ejemplo de emprendimiento digital. Lo que empezó siendo un marketplace que ponía en contacto a clientes y artesanos de distintas disciplinas se acabó especializando en el mundo de la joyería, ya que era el ámbito que mejor les funcionaba. “Nos dimos cuenta que la gente no sabe bien qué quiere, pero tiene muy claro lo que no quiere. A partir de ahí empezamos a ofrecer modelos personalizables, que no fuera partir de un folio en blanco”, apunta Aristoy. Su iniciativa se gestó en un caldo de cultivo de incubadoras y aceleradoras de empresas como Demium, donde conoció a Paco Tormo, su socio y cofundador de Singularu. “Al tenerlo todo muy localizado, tanto en Valencia como a nivel de España, éramos muy rápidos fabricando. Hacíamos tiradas muy pequeñas, y si veíamos que funcionaban, seguíamos produciendo. Así empezamos a construir, y esa parte de personalización se quedó como parte de nuestro ADN”, explica.
Su filosofía pone el foco en la clientela, por eso el precio es una de sus mejores bazas: “Tiene que ser un producto libre de culpa, que no cueste mucho dinero. Luego tenemos opciones para todas las personas, desde 12 euros en adelante”, comenta. Dejan claro que frente a otras firmas, sus márgenes de beneficio han sido más bajos, por eso se pasaron varios años “perdiendo dinero”, hasta que en 2020 empezaron a ser rentables: “Tienes que renunciar a ciertos márgenes para que te conozcan. Siempre hemos dicho que era más importante que la gente tuviera nuestras joyas a sacar beneficio en ese momento. Cuando empiezas a crecer, los cambios te permiten optimizar las cosas y hacer eficientes muchos procesos que a pequeña escala no lo son, pero a gran escala sí”, medita. Además, para acercarse más a sus clientes, en 2017 decidieron dar el salto del mundo online al físico con su primera tienda. Hoy cuentan con 60 establecimientos en España, y además de su página web, venden en el mercado internacional a través de plataformas como Zalando o Amazon.
Cortesía de Singularu
Almacén de Singularu en Valencia.Cortesía de Singularu
En Singularu parten del análisis en ambos entornos para concebir piezas que cuentan con la plata reciclada como una de las bases de su diseño. Tienen la producción repartida por la geografía española, especialmente en la Comunidad Valenciana: “Para nosotros es muy importante, es donde empezamos y donde seguimos teniendo una gran red local de talleres, no tanto de fábricas”. Al tener aquí su base operativa (tanto las oficinas como el almacén) las lluvias torrenciales han sacudido por completo sus procesos y les ha dejado inoperativos. “Por suerte, solo ha habido daños materiales a todos los niveles, pero sí que es verdad que la parte logística era inaccesible. Resultaba imposible llegar a los sitios”, declara Aristoy. “Activamos todas las palancas que teníamos, tanto de fábricas como de proveedores, que nos han ayudado para volver a estar operativos”.
El viernes pasado pudieron hacerse con una nueva nave desde donde están volviendo a organizar todo: “Ahora necesitamos todos un poco de esperanza, de ver que las cosas salen y se vuelven a reactivar”. Mandaron un e-mail a su clientela informando sobre la situación y los retrasos de los pedidos, algo que entendieron perfectamente. “Ya no es solo entre nosotros, a nivel interno como equipo. Nos hemos dado cuenta que en estos años también hemos construido una red alrededor que nos está apoyando. A la vez, podemos apoyar a otros, y eso ayuda mucho moralmente a seguir adelante”, cavila Aristoy. “Al final, lo que hay detrás son personas que han tenido problemas y que necesitan el respaldo de todos los demás. Creo que contar con todo el mundo ha sido lo mejor”.
Cortesía de Singularu
Cortesía de Singularu