Sónar comienza mañana su edición más difícil tras 30 años de historia. La adquisición del proyecto en 2024 por parte del fondo israelí KKR ha resultado insoportable para sus asistentes, mientras la masacre en Gaza continúa, no contenta con haberse llevado por delante la vida de más de 50.000 personas. Dada la deriva del mundo, no solo había que preguntarse si alguna vez fue una buena idea dejar que un festival terminara en manos de un fondo israelí, sino en 2018, en manos de un fondo de inversión cualquiera.
En las últimas semanas, hay quien ha llegado a dudar que Sónar fuera a celebrarse. Su primer comunicado indignó desde su neutralidad: parecía construido bajo presión. El segundo incluyó al fin la palabra «genocidio» aunque en la línea incorrecta. Al fin consciente de que no iba en buena dirección, la organización ha elaborado un «ruegos y preguntas», que no sabemos si es honesto pero al menos ahora sí lo parece, en el que prometen que «ni un euro de Sónar irá a parar a KKR». Además, se ha ofrecido la devolución del dinero a quien lo deseara. También se lista qué artistas han decidido no actuar en esta edición; entre ellos, Arca.
Nuestra posición es inequívoca sobre el genocidio en Gaza, nuestra condena al Israel de Netanyahu es absoluta, como sabéis los miles de personas que escucháis nuestros podcasts, principalmente los que versan sobre Eurovisión. Sin embargo, según pasan las semanas, está resultando de lo más extraño que el Sónar, y solo el Sónar, luzca en el ojo del huracán, mientras nada está sucediendo con otros agentes que trabajan con empresas israelíes.
No me refiero tanto a otros festivales, aunque tampoco quiero pasarlos por alto porque hay cosas que no es que se estén entendiendo. Se ha oído idéntico revuelo hacia Viña Rock, pero al fin y al cabo fue en mayo, ya ha pasado, y en 2026, pues quién sabe dónde estaremos todos; pero no tenemos noticia de que los festivales organizados por The Music Republic (también adquirida por KKR), como FIB, Arenal Sound o BRAVA, este último orientado a la comunidad LGTBIQ+, estén sufriendo cancelaciones o escrutinios del tamaño del Sónar. JENESAISPOP ha contactado con The Music Republic en busca de alguna declaración, sin obtener respuesta.
Es llamativo que Sónar, que se celebra justo en Barcelona, una ciudad casi siempre gobernada por la izquierda, que pertenece a Cataluña, una de las pocas comunidades gobernadas por la izquierda, sea quien esté realmente en tela de juicio. Acaso puede ser por eso que la decepción sea mayor. España es uno de los países de Europa que más ha apoyado el reconocimiento de un estado palestino: un 78% lo ha creído así, muy por encima de lo que se opina en Francia o Alemania. Pero es que además, entre la gente que se siente de izquierdas, el apoyo sube al 94%, frente al 54% de la derecha. No, Barcelona no era el mejor escenario para defender fondos israelíes.
Arenal Sound es un festival que se celebra en la Comunidad Valenciana, donde Mazón sobrevive con el apoyo de VOX; se dirige a gente muchísimo más joven que el Sónar (sus abonos son infinitamente más baratos); y cuenta con artistas de tan distinto pelaje como Steve Aoki, Juan Magan, Melendi, Omar Montes y Belén Aguilera. Quizá es más difícil esperar un posicionamiento político relativamente común entre sus artistas que de un cartel liderado por alguien tan radical como Arca.
Podrían tener más cosas en común en BRAVA Olly Alexander, Mel C, La Casa Azul, Javiera Mena, Villano Antillano y Miss Caffeina. Sin embargo, este artículo no trata sobre señalar a festivales ni a artistas para que se posicionen. Me niego a pedir cuentas a ningún cantante para que se vea obligado a cancelar un concierto, no pueda pagar a su equipo y tenga que despedir o dejar sin trabajo a 10 personas. Sería una forma de debilitarnos entre nosotros, agentes culturales, recordando demasiado a la división a la izquierda de la izquierda que todo lo termina dinamitando.
Alizzz explicaba hace poco en un post por qué decidía continuar adelante con su actuación en Sónar: «estoy seguro de que por coherencia interna moverán ficha y cambiarán cosas. Creo que es un reto que tendrán que afrontar con valentía», decía sobre la dirección y los trabajadores del festival, a quienes conoce hace años, y siendo estos últimos los grandes olvidados del debate. Empleados algunos con décadas de tradición que, me consta, tienen muy claro cuál es el lado correcto de la historia.
Creo que muchos artistas esperan igualmente que Sónar se reconduzca. Y creo que muchos artistas aparecerán en el escenario con guiños a Palestina. Si alguna vez pensamos en ni acudir, quizá lo que debamos hacer es inundar esta edición de emblemas y reivindicaciones. Porque si tales manifestaciones se censuran, ese sí que puede ser el final del Sónar. De la misma manera que creo que España no debe abandonar Eurovisión porque la misión de la delegación de RTVE tiene que ser expulsar a Israel y no dejar que Israel domine el certamen, quizá es buena idea acudir a estos espacios para empujarlos en la dirección correcta. Por ejemplo, a forzar su desvinculación de fondos israelíes. Obligarlo a ser otra cosa, o a no ser. Y evitar que otros festivales tentados de fondos de inversión, caigan en los mismos errores.
Pero lo que de verdad me pregunto, lo que más me inquieta sobre el tema del boicot, como decía, no es nada de esto, sino por qué la cultura vuelve a estar en el análisis más exhaustivo, como sucedió en Eurovisión, mientras los de siempre siguen a lo suyo, y se van de rositas. El Salto Diario ha publicado artículos que vinculan los fondos israelíes a Carrefour y, también El País ha hablado de la vinculación de Mercadona con fondos similares, sin que nadie termine de organizar un boicot serio a estos hipermercados. En el directorio de KKR encontramos farmacéuticas, MasOrange, Epic Games, decenas de empresas… La APP «No thanks» te indica qué productos están vinculados a Israel, y son más de los que imaginas. ¿Alguien ha oído hablar de prescindir de videojuegos, compañías de móvil, algún tipo de comida que le guste o la medicación que necesite? Uno, en un delirio ya total, llega a pensar que la destrucción de agentes culturales importantes en ciertos sectores, es un objetivo.
Decía Alizzz en su carta: «Esto no es un problema solo del Sónar. Los fondos de inversión están por todas partes, también bastantes más festivales donde tocamos, en las plataformas que usamos, en la comida que comemos, en la ropa que llevamos, en nuestros bancos. Están por todas partes. Me gustaría que quienes se agarran a consignas fáciles miren más a fondo lo que tienen alrededor. Literalmente estamos rodeados». Y concluía que «en un mundo cruel lleno de contradicciones, tan solo intento actuar de la mejor manera posible».
Las personas a las que se nos ha roto el corazón con las imágenes de niños, mujeres y civiles a punto de morir de hambre en Gaza, tenemos la obligación de cuestionarnos cosas, ver documentales como ‘Historia de un conflicto‘, manifestarnos en las calles, acudir a las urnas en 2027 para continuar apoyando a los partidos que son tajantes con esta cuestión y, en último lugar, hacer lo posible por sensibilizar a la gente con lo que está ocurriendo a través de nuestras redes sociales. Cada vez tengo más claro que cargar contra un agente cultural, y solo contra ese agente cultural, cuando ese agente cultural ha sido siempre una referencia de diversidad y libertad, es terminar de entregar un espacio que nos pertenece a quien no se lo merece.