Sí, ‘Emily in Paris’ es mi serie favorita (y no me da miedo admitirlo)
No tengo ningún reparo a la hora de reconocer que Emily in Paris es mi lugar feliz desde que se estrenara allá por octubre de 2020. Aquella primera temporada presentaba a una mujer bastante simplona que conseguía el sueño de cualquier estadounidense criada al calor de Sexo en Nueva York: trabajar en París luciendo modelitos imposibles, envuelta en mil y una tramas sentimentales, tomando cafés pasados de precio y acudiendo a cuantas fiestas se le pusieran por delante. Y es que es Darren Star, creador de la ficción que tenía en Carrie Bradshaw a su protagonista, quien está detrás de esta serie para terminar de rizar el rizo. Un maestro en lo que es la televisión de segundo plano de la que Emily in Paris es la estrella. Se puede ver con el móvil en la mano, la ausencia de conflicto es evidente y supone un auténtico masaje cerebral para cualquiera que viva un día a día medianamente estresante. La segunda parte de la cuarta temporada llega a Netflix el 12 de septiembre y no son pocos los que esperan con auténtica devoción. Yo incluido.
Es difícil saber si la cuarta será la última temporada de Emily in Paris, pero todo apunta a que las aventuras de Emily Cooper en la capital francesa todavía no han terminado. Afortunadamente. No es esta una serie de presupuestos extremos y marcas de moda y belleza se pasean por los episodios y forman parte activa de las tramas. Tanto es así que incluso algunas nunca llegan a cerrarse hay ahí una yincana con una firma de alta joyería que no puede suceder según guion– , pero qué más da cuando alguien está completamente hipnotizado por la vida de la joven ejecutiva de cuentas que lo soluciona todo con un selfi. Carne viral en el París de los insiders, Emily Cooper sigue siendo un personaje a todas luces ridículo, pero es imposible no mirar con cierto cariño a esta Lily Collins que ha entendido perfectamente lo que pide la audiencia. Otro error de la protagonista, otro momento de resolución inmediata que transporta a un lugar en el que nada malo puede pasar.
Giulia Parmigiani
Giulia Parmigiani
La cuarta temporada de ‘Emily in Paris’, un goce absoluto sin miedo al ridículo.
Cuando parecía que nada podía sorprender, la serie le daba cinco o seis vueltas de tuerca a la trama y acababa con los sueños de estrella Michelin de Gabriel, ponía en una encrucijada a Mindy a la hora de organizar su actuación en Eurovisión, ponía también a la cantante en la problemática de tener que escoger entre un provocativo armario o su novio, y hacía que Sylvie volviera a salir indemne sin mover ni una ceja de cada uno de sus movimientos empresariales. Y todo ello en tan solo cinco capítulos de apenas media hora decorados con algunos looks increíbles, de cada uno de los participantes en la trama. ¿Resulta que Emily in Paris es un compendio de postales monas y vestidos por los que morirse? Ninguna sorpresa. Muchas otras series lo intentan y ni siquiera consiguen que funcione. Tampoco logran el sí de Brigitte Macron, el cameo más impactante de toda su última temporada.
Y qué decir de las tramas sentimentales. No puede ser todo más sencillo en la vida amorosa de Emily Cooper. Vuelve con Alfie, se besa con Gabriel. Encuentra un tercer interés amoroso. La lía, a fin de cuentas, cada cinco minutos, pero eso no hace más que hacerla todavía más encantadora. Casi cada cualquier director o intérprete puede asegurar que hacer comedia es mucho más difícil que construir un drama. La realidad es que, en este preciso momento, no hay ni una sola comedia a la altura de la ligereza de Emily in Paris. Y, para celebrarlo, una serie de imágenes de la última temporada de la serie a continuación.
