Squid / Cowards – jenesaispop.com

De todas las bandas de post-punk británicas surgidas en los últimos tiempos, Squid puede ser la más atrevida creativamente. En sus discos, el quinteto de Bristol ha podido tratar temas de sociedad política, o examinar la historia de Reino Unido en general, pero musicalmente siempre aportando ideas e imaginación. Se inspiran tanto en la literatura como en la historia, y en sus textos suele haber tanto que rascar como en la música.

En ‘Cowards’, su tercer disco, Squid entrega nuevamente un trabajo conceptual, en este caso, escrito en torno a la idea del «mal en sí mismo». Cada canción cuenta una historia, a modo de viñeta, pero estructuralmente ofrece en cada caso un viaje lleno de volantazos y desbordante imaginación. Las melodías son igualmente impenetrables, pero ganan un grado de accesibilidad.

En sus mejores momentos, ‘Cowards’ brilla equilibrando apertura y experimentación. En toda la neurosis encerrada en su instrumentación, ‘Cro-Magnon Man’ es como su versión de una canción de los B-52’s. ‘Blood on the Boulders’, por su lado, examina la historia de la familia Manson evolucionando del jazz a un cóctel explosivo de disonancias y distorsión. ‘Crispy Skin’ abre el álbum imaginando una sociedad caníbal y cruzando hábilmente influencias que van de la música minimalista de Philip Glass a ‘Cadáver exquisito’ de Agustina Bazterrica.

Como siempre, las referencias estéticas de Squid -un grupo que publica en el sello Warp- vuelven a ser eruditas y, aunque el cantante y batería Ollie Judge sigue imitando a Mark E. Smith de The Fall cuando se planta delante de un micrófono, el interés de Squid por sonoridades como la del clavircordio deja momentos musicalmente nutritivos en las dos secciones de ‘Fieldworks’ o en la progresiva y densa ‘Well Met (Fingers Through the Fence)’, que cierra el largo.

Ollie Judge ha afirmado que ‘Cowards’ es una especie de «libro de cuentos de hadas oscuros», pero las letras de ‘Cowards’, aunque interesantes, serían mejores si fueran menos opacas y fragmentadas, y más narrativas. No es tan obvio a primera vista que ‘Blood on the Boulders’ hable de la familia Manson. ‘Building 650’, la pista más inmediata, se inspira vagamente en la trama de ‘La sopa de miso’ de Ryu Murakami solo porque Olly leyó el libro durante un viaje a Japón.

Aunque la opacidad de las melodías de Squid impide que algunos de sus experimentos musicales aterricen de manera adecuada. El efecto de tic-toc de un reloj en ‘Fieldworks II’ -con todo su potencial rítmico- suena desaprovechado, ‘Cowards’ -la pista titular- se queda muy cerca de convertirse en la típica balada muermo de Radiohead, y ‘Showtime!’ hace honor a su título cargándose de pomposidad instrumental, pero poco fondo.

La referencia a Radiohead no es casual pues, en sus mejores canciones, ‘Cowards’ suena a unos The Smile un poco más desatados y divertidos. A Squid también le interesan las guitarras del math-rock y la influencia del jazz está muy presente en los arreglos de viento metal que aparecen, por ejemplo, en la mencionada pista homónima. A Squid les falta componer melodías más adherentes, porque la imaginación y la soltura para volcarla en sus canciones, les sobra.

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