‘Su majestad’ es mucho más que una serie sobre una princesa fiestera, es el retrato (cómico) de todo un país

Borja Cobeaga firma el guion junto a Diego San José y José A. Pérez Ledo y lo trufa de referencias a la historia reciente de la monarquía española. Es imposible no pensar en momentos protagonizados por Victoria Federica, Froilan o la infanta Elena, quizá la rama de la familia real española que más titulares ha dado con permiso de Cristina y los encuentros con la justicia que dieron con su exmarido, Iñaki Undargarín, en la cárcel de Brieva. Pero que nadie se lleve a engaño, ni Cobega ni Castillo han reconocido públicamente ninguna de las influencias de Su majestad, a pesar de que resultan más que evidentes –y por eso desternillantes– . La serie da un paso más y busca contar algo que está lejos de ser una caricatura de un país: cómo funciona un país con las peculiaridades de España.

Es más que probable que a algunos sectores de la sociedad no les haga mucha gracia el reflejo que empieza en ese secretario de Pilar, Guillermo, al que encarna con maestría Ernesto Alterio. De ahí a los mecanismos con los que presumiblemente opera la casa real hay un salto diminuto y de ahí a los jueces, periodistas y poderes fácticos del estado otro no mucho más grande. Es imposible no pensar en aquellas cañas por España de 2019 que tuvieron lugar al amparo de una inmensa bandera nacional en una discoteca de Madrid; también es complicado no imaginarse la reforma del Poder Judicial que ha estado parada durante años hasta hacerse efectiva al arranque de 2025. Y todo ello envuelto en el celofán de la historia de esta princesa desfasada que pone buena cara a gente que detesta por el bien de su país.

Una divertida sorpresa esta Su majestad en la que hay espacio hasta para un trasunto del príncipe Harry que sirve también como el canal para el que la protagonista descubra que hay vida más allá de un palacio que en esta ocasión no es el de la Zarzuela por razones obvias, pero que se ha ambientado en el de Linares, el de Santoña y hasta en los exteriores de la Granja de San Ildefonso, según recogía Irene Crespo en una información para Traveler. Curiosamente, esos también son los edificios en los que se han ambientado muchos de los interiores de La vida breve, la otra ficción reciente sobre la realeza, aunque aquella tuviera lugar hace 300 años.

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