Subarrendar tu zulo en verano y otras formas de sortear el precio de la vivienda | Opinión

Idealista, el portal inmobiliario al que todos acudimos por el placer de ver pisos que nunca nos podremos permitir o por la necesidad —y la consiguiente frustración— de encontrar una buena oferta, publicó esta semana que un cuarto en un piso compartido en Barcelona cuesta, de media, 565 euros al mes. Es la ciudad más cara de España para alquilar habitaciones, le siguen Madrid y Palma (500 euros de media) y San Sebastián, donde cobran unos 450 euros.

Quizá esos precios desorbitados son la razón por la que, durante todo el verano, hayan aparecido anuncios de habitaciones en alquiler por semanas para julio, agosto y principios de septiembre. Muchas de esas publicaciones eran de jóvenes —o no tan jóvenes— estudiantes o trabajadores con posibilidad de teletrabajo que abandonan la ciudad y se refugian en el hogar familiar o en una segunda residencia con una temperatura inferior. Vistas las reacciones a algunas ofertas, es algo que no gusta a todo el mundo. @todofoba tuiteó una crítica bastante olorosa: “Espero que a todos los que alquiláis vuestra habitación durante dos minutos este verano os caguen en el colchón”. “Me produce algo de contrariedad ver a toda la gente que se queja del problema de la vivienda y luego subalquila la suya cuando se va de vacaciones. Que está todo muy caro, etc. Pero me pregunto si no es la mentalidad de sacar perras de todo precisamente la que nos ha llevado aquí”, publicó @adasarter.

Sin quitarles parte de razón, y dejando a un lado la probable ilegalidad del asunto —pues en la mayoría de los contratos de alquiler se prohíbe el subarrendamiento—, entiendo que quienes ofrecen su casa durante las vacaciones aprovechan esos euros para ahorrarse el coste de la mensualidad, dedicar ese dinero a las vacaciones o para ir más desahogados con el pago de esa renta excesiva. Hay una parte de la sociedad que se siente completamente exprimida por el coste de la vivienda y que encuentra una forma de desahogo con este tipo de triquiñuelas.

“No sé por qué me genera tanta violencia este tema, pero con lo bonito que es un intercambio, dejársela a un amigo o decir a tus compis que si viene algún familiar o un amigo pueden utilizar tu habitación…”, añadía @todofoba. Y es verdad, hay opciones para que alguien use tu casa durante sus vacaciones sin tener que hacer como si tu casa fuera un piso turístico o cobrar como si lo fuera. Por ejemplo, el diseñador gráfico y creador de contenidos @Modesto_Garcia acaba de pasar unos días en las fiestas de Bilbao y no ha pagado ni un euro por la estancia porque, me cuenta, es usuario de HomeExchange, una plataforma de intercambio de casas cuya filosofía es que no puede haber pagos: “Funciona con puntos que te dan cuando alguien visita tu casa. He viajado a Barcelona, a Valencia, a Berlín… y siempre he tenido buenas experiencias y en casas más grandes que la mía”, relata. Otra posibilidad es hospedarse en casas ajenas, también de forma gratuita, a cambio de cuidar de sus casas y sus mascotas, lo que en el idioma de internet se llama housesitting. Lo hace habitualmente la usuaria @elviajederita, y lo cuenta en su perfil de TikTok, donde hay vídeos en Estados Unidos, Tailandia, Francia, Nueva Zelanda o Australia.

La vivienda es uno de los principales problemas que sufre la ciudadanía. Parte de culpa la tiene el escaso parque inmobiliario público y el aumento de los pisos turísticos en zonas con gran volumen de población. Quizá la solución a los abusos que sufren quienes no consiguen alquilar o comprar una casa pasa por saltarse los contratos y subarrendar habitaciones, aunque eso alimente la rueda del capitalismo más salvaje. Es el momento de pedir responsabilidades y acciones a quienes pueden mejorar la oferta de vivienda pública, la regulación de precios y el fin de los alquileres turísticos ilegales. Ya hay legislación en esta materia, falta que se aplique.



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