Cuando estaban en la cresta de la ola, cuando se usaba la expresión «en la cresta de la ola», Suede publicaron un recopilatorio de caras B llamado ‘Sci-Fi Lullabies’. La canción estrella de aquel álbum se llamaba ‘Europe Is Our Playground’. En ‘Antidepressants’, su 10º álbum de estudio, uno de los singles más populares recibe el nombre de ‘Dancing with the Europeans’. En él, Brett Anderson, que desde el Brexit ya no es europeo, «baila con los europeos» porque «tiene un europeo sufriendo dentro».
Suede presentan ‘Antidepressants’ explicando que si ‘Autofiction‘ era su disco punk, este es su disco post-punk. Es el tipo de declaración que ni una sola reseña puede evitar reproducir. Y es que, tras décadas asociándoles más bien al glam de principios de los 70, ahora se sitúan claramente a finales. Nunca habían sonado tanto a Siouxsie como en el tema titular, ni a Joy Division como en ‘The Sound and the Summer’. También el corte ‘Disintegrate’ podría ser una referencia al gran clásico de The Cure de finales de los 80: si Robert Smith no ha registrado tal palabra es porque no le habrán dejado.
Otra declaración estrella de Brett es que pocas bandas de su generación (58 años, este mes) siguen haciendo largos «tan vitalistas» como los suyos. Tiene razón. Si un nuevo disco de Oasis todavía hipotético contuviera esta energía, sería multiplatino en las islas. Más que como anestesiadas por los «antidepresivos», las canciones de este álbum suenan como alguien con toda la voluntad posible de salir del pozo, o que de hecho ya ha salido del mismo pero está rememorando su periplo.
‘Antidepressants’ -la canción- es un éxito compositivo porque con su melodía diferente en el estribillo y la aceleración de su batería, se está levantando de la cama. Cama en la que apenas yacen un par de temas en el disco, y solo en parte: ‘Somewhere Between an Atom and A Star’, de nuevo deudora de Bowie, y ‘June Rain’, que se desarrolla en un hospital. El resto parece el tipo de álbum que harían unos adolescentes en un garaje a quienes hubieran regalado unos discos de Wire y Magazine, a día de hoy.
Hay cierto sentido político en algunas frases de «Europeans» que apelan a «soldados y civiles», también en ‘Criminal Ways’, pero sobre todo una sensación de colectividad, inherente a Suede y a sus conciertos. Siempre pensé que cuando Brett cantaba «We’re trash, you and me» en 1996, no estaba tanto entonando una canción de amor, como arengando a las masas, en plural: «somos basura, vosotros y yo». Ese es el sentimiento de ‘Broken Music for Broken People’, en la que asegura de manera mesiánica que «es la música rota y la gente rota la que salvará el mundo». Que es mejor «creer en algo que no creer en nada».
Los textos y arreglos son tan literales que a menudo Suede caen en clichés tamaño «la vida es un instante» («An Atom and A Star», «Life Is a Moment»). ‘The Sound and The Summer’ va de lo que parece y dice «tenemos el sonido y el verano, la autopista, así que no me jodas». Al final de ‘June Rain’, junto a su productor de confianza Ed Buller han introducido el sonido del tráfico al pasar, cuando Anderson habla del «tráfico al pasar». Lo cierto es que también caía en el cliché el título de la novela del artista ‘Mañanas negras como el carbón‘ y luego estaba sorprendentemente muy bien escrita. Y eso es lo que sucede con este álbum, que está increíblemente bien escrito en cuanto a pre-estribillos y estribillos que se repiten hasta la saciedad. Se defiende Brett en la letra de la canción final ‘Life Is Endless, Life Is a Moment’: «Odiáme si es lo que has de hacer, ámame cuando sea polvo». Así que no, no podemos esperar a que Suede ya no estén para decir que sus últimos discos estaban bastante bien.