La vuelta de las vacaciones de verano será de vértigo para Talgo. El fabricante de trenes afrontará una nueva etapa en sus 83 años de trayectoria industrial. Por un lado, abrirá el capital a nuevos accionistas y por otro iniciará la renegociación de la deuda bancaria, que supera los 400 millones. Para ambos objetivos se guarda un as en la manga en forma de apoyo por parte de Kutxabank.
El consorcio vasco que lidera el empresario José Antonio Jainaga y la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) entrarán en el accionariado de Talgo con el 29,7682% y el 7,8753%, respectivamente. Entre los dos sumarán un 37,6435% del capital y habilitarán la salida del mismo del fondo Trilantic. Pagarán 4,25 euros por título.
Esos cambios deberán ser aprobados por una junta extraordinaria de accionistas, que se puede celebrar antes que las ordinarias. En este caso, la normativa impone un plazo de un mes desde la convocatoria, con la posibilidad de acortar a quince días para las extraordinarias después de su convocatoria oficial. En el momento de escribir estas líneas, ese anuncio no se había producido.
Tras la junta, los nuevos accionistas acudirán al notario para certificar su propiedad. Y solo entonces iniciarán las conversaciones con la veintena de bancos, entre ellos BBVA, Santander y CaixaBank, que concentran la citada deuda de más de 400 millones. Con lo que estos escenarios se trasladan a septiembre y octubre próximos.
Una de las entidades acreedoras es Kutxabank, que tiene unos vínculos especiales con Talgo. Primero, a través del consorcio vasco que se convertirá en el principal accionista de la empresa. En ese grupo participan, además de Sidenor y el Gobierno vasco, las fundaciones BBK y Vital, que controlan el 68% de Kutxabank.
En segundo lugar, la entidad que preside Antón Arriola participa en una emisión de obligaciones convertibles en acciones de Talgo por un importe de 75 millones. Entre los que aportan el 66,7% de esa financiación está el fondo Ekarpen, en el que Kutxabank controla el 44%. El resto de socios son el Gobierno vasco (34,81%), las tres diputaciones de Euskadi con el 13,3% y Corporación Mondragón con un 7,4% a través de su brazo inversor Mondragón Inversiones.
Además de Ekarpen, el resto de las obligaciones están suscritas por la sociedad Clerbil de Jainaga y por BBK, cada uno con un compromiso del 13,3%. Vital aporta otro 6,7%.
Como SEPI también realizará otra emisión de obligaciones convertibles por 75 millones, la línea de financiación de 150 millones de ambas serán otra baza para renegociar la comentada deuda bancaria. Todas las obligaciones tienen las mismas condiciones. Su tipo de interés anual es del 10,21%, capitalizable en títulos y pagadero a su vencimiento, dentro de ocho años. El plazo se puede ampliar a una década.
Talgo podrá liquidar las obligaciones con el pago en efectivo o con acciones, que tendrán un valor nominal calculado sobre dos variables: fijando un precio de conversión a ocho años o aplicando el valor de cotización con un descuento del 30% sobre la media registrada durante la próxima década.
Sobre la deuda con los bancos, los inversores vascos y la SEPI plantean una nueva estructura de endeudamiento en dos tramos. Una financiación de 650 millones con vencimiento a seis años, arropada por una línea de circulante de 120 millones disponible durante tres ejercicios. En este caso, con la posibilidad de una extensión automática de dos años más. Los nuevos accionistas de Talgo también pedirán a los bancos una nueva línea de avales por 500 millones.
Además de la junta extraordinaria de accionistas y de la negociación del pasivo, otro frente abierto para Talgo es el de la multa de 116 millones de Renfe por el retraso en la entrega de 30 trenes. En abril pasado, el presidente de la empresa, Carlos de Palacio, envió una carta a su homónimo en el operador público, Álvaro Fernández Heredia, reclamando nuevas condiciones para hacer frente a esa penalización. Pidió el mismo trato que el que Renfe dispensa a otros grupos del sector ferroviario como Stadler, Alstom y CAF. Esta última no quiso participar en el proyecto de conformación con Talgo de un grupo industrial de capital nacional.
A futuro, cuando José Antonio Jainaga tome las riendas de Talgo, este ingeniero industrial de 70 años diseñará un plan que deberá pasar por reforzar la capacidad fabril de la empresa, que tiene que hacer frente a pedidos por un importe de 6.000 millones. Al frente del fabricante de aceros especiales Sidenor, Jainaga busca la diversificación hacia el tren de la actividad de la siderúrgica, que concentra más del 70% de su producción en el sector del automóvil, que vive un estancamiento de las matriculaciones, sobre todo en Europa.
De paso, Sidenor se posiciona en el negocio ferroviario, al alza como medio de transporte sostenible. Hay inversiones en casi todos los países para fomentar la electrificación de sus economías y contribuir a la descarbonización del plantea.