Tres clichés muy manidos en el mundo de la música sobrevuelan el nuevo disco de Taylor Swift. El primero es que no se debe componer durante una gira. El vaivén entre hoteles y aeropuertos no suele ser el escenario óptimo para la creatividad. Uno no puede estar concentrado en innovar mientras está dándolo todo sobre el escenario más de 3 horas diarias. El segundo es que la felicidad no suele traer las mejores canciones. Por supuesto el mundo está dispuesto a celebrar la boda de Taylor Swift, ¿pero ha dado lugar esta relación a alguna de las canciones más hermosas de su carrera? El tercer cliché y el más pertinente es que la vida de la superestrella puede ser un rollo, porque no tiene con quién hablar en la cima.
Sorprende lo lánguido que puede llegar a sonar este ‘The Life of a Showgirl’ después de haberse promocionado con todo tipo de plumas y parafernalia. Taylor no nos da el brilli-brilli que prometía su regreso al estudio de Max Martin y Shellback, ambos desaparecidos en combate, y lo primero que llama la atención de las dos primeras canciones es lo que recuerdan a Lana del Rey en sus fraseos más graves, preocupados, abatidos. No termina de salirle bien a Taylor ese registro y… ¿para qué querer ser Lana del Rey si ya eres Taylor Swift, de todas formas?
‘The Fate of Ophelia’ presenta a Taylor «sola en la torre». En la «película» sobre el disco, viene a decir que Shakespeare «no está sobrevalorado» (¡menos mal!) y que en esta canción ha dado un final feliz a su vida amorosa, evitando «el destino» del personaje de ‘Hamlet’. ¿Por qué, entonces, la producción es tan sombría, el estribillo tan desgañitado y el tema deja un sabor tan amargo? Swift y Kelce no durarán mucho tiempo casados si esta es la canción de amor más bonita que puede inspirar su matrimonio.
‘Elizabeth Taylor’ trae más drama, de tono igualmente gravísimo, con tremebundo piano, para un tema sobre los sinsabores de Hollywood. Reaviva la teoría de que este disco se compone de las canciones que iban a ir en la «Taylor Version» de ‘Reputation’, que se ha abortado porque Taylor ha recuperado los derechos de todo su catálogo y además porque en aquel disco, el mejor de Taylor Swift, simplemente no había nada que mejorar. «Sé mi Nueva York cuando Hollywood me odie», dice la cantante número 1 del planeta. Ha de ser una composición vieja. Sería inexplicable que Swift la haya escrito en un hotel, después de darse los mayores baños de masas de su vida y de recibir todo el amor del mundo noche tras noche.
El odio aparece de nuevo en ‘CANCELLED!’ y de manera muy visible en ‘Actually Romantic’. Su respuesta a que Charli XCX la llamara «Barbie Aburrida» es la peor posible, porque suena precisamente así, aburrida, con el guiño a los Pixies cada vez más ahogado en lugar de todo lo contrario. A Charli le ha debido de petar el WhatsApp este fin de semana con el titular que le han dedicado en Pitchfork.
Quizá porque este disco ha decidido sonar mucho menos fiero que ‘Reputation’, es en las canciones delicadas donde Taylor Swift se mueve mejor esta vez. ‘Eldest Daughter’ también habla sobre la fama y las redes, pero tiene una perspectiva más enriquecedora. No se ha escrito suficiente sobre los traumas que puede conllevar ser el hijo mayor, el menor o el que ni siquiera conoció ninguno de los dos extremos, y aquí la artista está brillante en su papel de hermana mayor: «cada hija mayor es la primera oveja en llegar al matadero / así que todas nos vestimos de lobas para ser fuego». La melodía te hace pensar que los discos de Taylor volverían a ser «fuego» si se esforzara en escribir 12 temas que pudieran ser «pista 5», siempre especial en su discografía.
También es muy entrañable la reivindicación de ‘Father Figure’ de George Michael. Al margen de esa frase en la que dice «tener la polla más grande», que por otro lado creo que a George Michael le habría encantado, es una bonita reflexión sobre legados, influencia y roles familiares. «Me recuerdas a mí de joven, vi potencial», empieza y termina diciendo en la que es una de las canciones más pegadizas del conjunto.
En lo que tampoco ha perdido todas las habilidades Taylor Swift es en escribir buenos «middle eights». El verso final eleva ‘Opalite’ y también brilla el cambio de acordes en la estrofa de Sabrina Carpenter en la canción titular, ‘The Life of a Showgirl’. Ambas cantan sobre una chica llamada Kitty que soñó con ser alguien, proviniendo de una familia desgraciada. Despiden el disco entre aplausos, agradecimientos a los bailarines y a la audiencia. «Te quiero, Taylor», dice Carpenter. «Os queremos, buenas noches». Y ambas se van, recordando de nuevo que este es efectivamente el disco que se grabó durante ‘Eras Tour’, la gira más exitosa de la historia, aunque sin aclarar demasiado si la vida de una «showgirl» merece la pena, o todo lo contrario.
Con sus luces y sus sombras, este álbum no acaba con la racha de álbumes «correctos sin más», que Taylor Swift viene entregando desde que se renovara con ‘folklore‘ y ‘evermore’. ‘The Life of a Showgirl’ es un disco agradable y conciso, que es una pena que no haya seguido una estética sonora determinada. Bromas grunge aparte, en el disco a lo Jackson 5 de ‘Wood’ y en el piano de ‘Honey’ se escondía, por ejemplo, un posible álbum inspirado en los años 70 que nos hemos quedado con ganas de degustar. Ahora que dice la artista que no va a realizar gira, quizá tenga más tiempo de darle alguna vuelta a una cosa o dos.