Otro de los elementos reconocibles de la obra de la artista es el meditado uso del color, un rasgo que se convierte en casi una anomalía entre la vasta y monótona unanimidad del acero y de la piedra que suelen usarse en escultura. La exposición Cabalga, cabalga, cabalga, que programó en 2018 en Matadero Madrid, supuso un antes y un después en la manera en la que la Solar se relaciona con el espectro cromático. Las piezas que formaban aquella muestra, ubicada en la Nave 0 del centro –la antigua cámara frigorífica que aún conserva las huellas de un incendio sucedido en la década de los 90–, exhibían un uso muy determinante del color. “Me interesó mucho hacer una exposición supercolorista en contraste total con la oscuridad de la sala. Aquellas formas emergían con esos colores de la oscuridad y la nombraban. Y esa idea se ha ido quedando en los nuevos trabajos”.
Aunque el arte contemporáneo suele verse como una actividad un poco distante para los no iniciados, la madrileña es una firme defensora de su transversalidad y accesibilidad. “Creo que es una concepción errónea considerar el arte contemporáneo una práctica totalmente intelectual, lejana al espectador. Ni yo ni ninguno de mis compañeros trabajamos desde ese lugar. Es verdad que, evidentemente, construimos muchos pensamientos en torno a nuestras obras, pero creo que todos los artistas queremos que el público se acerque sin miedo a nuestro trabajo y que disfruten de él desde la intuición. Como creadores bebemos de los mismos sitios, así que el público debe buscar sus referentes más cercanos, porque seguramente sean los nuestros”. En ese sentido, la experiencia compartida entre el visitante y la obra de Solar se ve indudablemente favorecida por la especial volumetría de sus obras. “No digo que el tamaño de mis obras sea un regalo para el espectador, pero hacer estas piezas tan grandes cuesta muchísimo y la dimensión es muy determinante. Es decir, la experiencia es muy diferente. A mí también me gusta hacer piezas pequeñas, pero trabajar en grandes escalas permite tener unas experiencias en sala que son muy excepcionales”, confiesa.
Aunque afincada en Madrid, la carrera de Solar se ha desarrollado muy intensamente en el plano internacional, lo que le ha llevado a participar en eventos como la Exposición Internacional de Arte de la Bienal de Venecia, comisariada por Cecilia Alemani, en 2022; o en la Bienal de Liverpool, de la mano de Manuela Moscoso, en 2021. Una proyección que ha sido posible gracias a la necesaria labor de otros agentes culturales que se preocupan por mover la obra de artistas como ella por todo el mundo. “El mecenazgo es algo tremendamente importante y en nuestro país es demasiado excepcional. Aunque se están dando pasos necesitamos una apuesta mucho más fuerte. La contribución privada en la producción artística es importantísima y la colaboración público-privada también lo es”, afirma. Y apunta enseguida: “Pero un artista consigue crecer, no solo por los mecenazgos privados, sino por el apoyo constante de su propio tejido, es decir, aquellos comisarios que están fuera y que nos llevan a sus instituciones y nos apoyan en comités de selección de distintos museos, etc. Se tiende a creer que este apoyo integral sólo es relevante al principio de la carrera artística y no es verdad, este apoyo lo necesitamos en todos las etapas de nuestras carreras”.