El título del cuarto disco de The Beths hace referencia a lo complicado que es salir de una depresión. A veces parece que no hay líneas rectas en la recuperación, sino que todo es un enorme círculo del que resulta imposible salir. La banda neozelandesa, que venía de hacer uno de los álbumes de ruptura más bonitos de los últimos años (‘Expert In A Dying Field’), vuelve a ofrecer en ‘Straight Line Was A Lie’ un estupendo escaparate para exponer las pequeñas desgracias de la vida de una forma tan sorprendentemente dulce que uno querría a quedarse a vivir en sus canciones para siempre.
Ese contraste siempre ha sido el punto fuerte del grupo gracias a su sensibilidad privilegiada para componer temas tristes y profundos que son auténticos caramelos indie-pop. Aquí se ponen más existenciales que nunca sin olvidarse de encandilar al oyente con sus características melodías pegadizas. “Soy una colaboración / bacteria, carbón y luz / una elaborada orquestación / una receta de fortuna y tiempo” dice Elisabeth Stokes en el delicioso jangle pop de ‘Metal’, una producción luminosa y pulcra que se encuentra desde ya entre lo más inspirado del catálogo de la banda. También la canción que abre el álbum, ‘Straight Line Was A Lie’, es un excelente número de indie pop guitarrero y enérgico, un compendio de lo que mejor saben hacer.
En ‘No Joy’, se inclinan a un territorio más rockero con un gran riff de guitarra en su estribillo y una fuerte presencia de la batería a lo largo de sus tres minutos, donde la artista confiesa tomar antidepresivos diariamente. “No me siento triste / no siento nada”, reconoce. Las ganas de volver a sentirse realmente viva pese a la medicación sobrevuelan por todo el proyecto y se tornan especialmente conmovedoras en ‘Til My Heart Stops’, cuyo estribillo revela: “quiero montar en bicicleta en la lluvia / quiero volar mi cometa en un huracán”. Son imágenes sencillas pero potentes y representativas de la anhelada sensación de volver a conectar con el mundo. Cada vez que este gancho se repite, lo hace con mayor intensidad, logrando un clímax final que invita a la euforia.
‘Straight Line Was A Lie’ no es un trabajo que busque abrir nuevos frentes sonoros, sino más bien uno que funciona como una exhibición del sonido que la banda lleva perfeccionando desde su prometedor debut ‘Future Me Hates Me’. Aun así, hay cierta voluntad de riesgo en la inclusión de una balada que deja a un lado las guitarras jangle en favor de un folk de carácter intimista. Situada justo en mitad de la secuencia, ‘Mother Pray For Me’ trata sobre la a veces complicada relación de la cantante con su madre. Es un momento de intensidad emocional, pero pese a su vulnerabilidad sin adornos termina resultando algo plano y, sobre todo, demasiado largo para ser tan unidimensional, afectando a la fluidez de la secuencia.
Tras ese ligero traspiés, la cara B del disco vuelve a remontar con temas que encapsulan muchos de los puntos fuertes de The Beths. Su solidez para crear canciones indie rock repletas de estribillos pegajosos destaca en esta segunda mitad. ‘Roundabout’ es una adorable canción de amor con guitarras centelleantes; ‘Ark of the Covenant’ opta por un sonido más melancólico pero igual de acogedor, recordando a The Cure; y ‘Best Laid Plans’ es un gran cierre protagonizado por una enroscada línea de bajo que lo lleva a un terreno casi onírico.
En ‘Straight Line Was A Lie’ se retratan momentos vitales complicados, aquellos en los que no se tiene fuerza ni para salir de la cama y donde uno se cuestiona por qué todo esto. Sin embargo, el esfuerzo por salir de ese círculo autodestructivo y recuperar la vitalidad empapa todas las canciones, que pese a sus letras siempre dejan un resquicio para el optimismo. Lo agridulce de la vida se convierte en una suerte de celebración en manos de The Beths, quienes, en el fondo, se niegan a creer que la línea recta, el camino para estar bien, sea realmente un círculo.
The Beths actuarán en España el día 15 de octubre en Barcelona en la Sala Razzmatazz y el día 16 en Madrid en la Sala Nazca.