El debut de The Last Dinner Party nos presentó a una banda que rápidamente conseguía transmitir una personalidad propia y que, a priori, no aspiraba a un éxito mainstream, a juzgar por lo barroco de muchas de sus composiciones. En cambio no, que diría Laura Pausini. Menos de dos años después, tenemos una secuela de ese ‘Prelude to Ecstasy‘. Y, lejos de volverse más poperas o simplemente más accesibles, aquí tenemos algo aún más barroco y más teatral, un “pues toma dos tazas” al estilo de lo que hizo Ethel Cain para dar continuación a ‘Preacher’s Daughter‘ (bueno, justo así no, pero para que me entendáis).
Abigail, Lizzie, Emily, Georgia y Aurora empezaron a trabajar de nuevo con James Ford, pero éste tuvo que abandonar al ser diagnosticado con leucemia, y la banda eligió a Markus Dravs, que ha trabajado para gente tan distinta como Coldplay, Arcade Fire o Frank Ocean. Con él, arman un trabajo que, según ellas mismas cuentan, “es una colección de historias unidas por el concepto de álbum como mito; La Pira es un lugar alegórico del que surgen estos relatos, un sitio de violencia y destrucción, pero también de regeneración, pasión y luz”.
Así, las chicas afianzan y amplían su universo contando, por ejemplo, la historia de una madre cuyo hijo se ha ido a la guerra en la operística ‘Rifle’, que se acerca a terrenos como de Anna von Hausswolff y donde llegan a cantar en francés. La atmósfera del disco, por momentos, hace pensar que quizás ésta era la BSO que merecía la nueva adaptación de ‘Cumbres Borrascosas’, con permiso de Charli XCX.
Como decíamos, a las chicas les gusta más el barroquismo que a Manuela Trasobares, y lo demuestran cantando nada más empezar “oh, here comes the apocalypse / and I can’t get enough of it (…) one kiss and I was disembowelled”. Esto ocurre en ‘Agnus Dei’, canción donde el amor y la fama se mezclan (“all I can give is your name in lights forever / and ain’t that so much better / than a ring on my finger?”) y que cuenta con un magnífico solo final. Casi parece que estamos en un ritual, aunque luego llegará ‘Woman is A Tree’ para reclamar aún más esa comparación.
La sensual ‘Count the Ways’ gustaría por momentos a los fans de Arctic Monkeys, con un punto extra de glam rock. ‘This is the Killer Speaking‘ empieza también recordando a los Arctic, pero rápidamente vemos que estamos ante una murder ballad de toda la vida, uno de los temazos del disco, y que además incluye un guiño al ‘Here Comes your Man’ de los Pixies. ‘Second Best’, por su parte, se acerca más a Siouxsie y consigue trasladar la frustración y la desesperación de esa relación-bucle donde nos infravaloramos a nosotros mismos y somos incapaces de verlo (la manera en que el paisaje ideal se rompe con “let us walk by the shore / by the hand, by the hair / I don’t care anymore” es bastante llamativa).
Tanto barroquismo puede dar la sensación de opacar la melodía, pero no es así, sobresaliendo en ese sentido el trío formado por ‘I Hold Your Anger’, ‘Sail Away’ y ‘The Scythe’. En la primera, Aurora toma el testigo para cantar sobre el rol materno con frases como “I’ve never known where others begin and I end”. ‘Sail Away’, con un fantástico final, podría estar cantada por MARINA, con quien acertadamente comparaba al grupo mi compañero Jordi en la reseña de su debut. Y yo percibo además en canciones como ‘The Scythe’ un eco a Arcade Fire. Ésta es mi favorita del largo, un precioso pasaje sobre el amor que sobrevive al tiempo e incluso a las reencarnaciones (“don’t cry, we’re bound together / each life runs its course / I’ll see you in the next one / next time I know you’ll call”), una mezcla de tristeza y alegría que incluye una frase tan genial como “let me die on the street where you live”.
Extraña elección luego la de terminar el disco con uno de los temas más accesibles, ‘Inferno’, que, pese a lo que pueda sugerir su título, es mucho menos opresivo que lo que hemos oído en la primera mitad del disco. En definitiva, pese a todas las referencias mencionadas, The Last Dinner Party se las vuelven a apañar para que identifiquemos un sonido propio, un universo personal desde el que contar historias. Ganas de ver cómo trasladan todo esto a los directos.