Tiberi Bar: el local de moda en Barcelona no se parece a ningún otro
Somos cuatro amigos que nos conocimos hace siete u ocho años –algunos, incluso, hace más–. Nos intrigaba mucho el universo culinario y era un momento en el que el panorama, en Barcelona, estaba un poco parado. Digamos que no pasaban muchas cosas y todos los restaurantes se parecían demasiado. Nosotros teníamos la inquietud de trabajar la gastronomía desde el punto de vista del arte, explorar el concepto de compartir y explotar su vertiente más social. Así que empezamos a hablar y comenzamos a orquestar unas cenas…”, comienza relatando los inicios de esta andadura Rocío Iglesias (Madrid, 1990), que fundó Tiberi Club junto a sus amigos, Helena Fradera, Roger Vila y Miquel Ruiz Planella, hace ya más de un lustro.
Silvia Retana
Corría el año 2018 y aquellos cuatro jóvenes, procedentes de disciplinas y profesiones totalmente ajenas al universo culinario, alumbraron un proyecto del que todo el mundo comenzó a hablar en la Ciudad Condal. “Siempre ha estado presente la voluntad de reflexionar sobre la tradición, la ciudad en la que vivimos o la cultura a la que estamos adscritos. Y explorar esas ideas desde el juego, darle una revisión divertida y, sobre todo, otorgarle un punto de diseño artístico. Porque no sabemos hacerlo de otra manera”, confiesa Roger Vila (Vic, 1993) cuya carrera se ha desarrollado en el sector de la dirección de artes escénicas.
Todo aquello comenzó a materializarse en cenas convocadas en casas de chefs amateurs, con la idea de llegar a sitios singulares de la ciudad y salir de las propuestas gastronómicas que se ofrecían en la mayoría de bares y restaurantes. Entonces llegó la pandemia y tuvieron que buscar nuevos formatos. Empezaron creando instalaciones y acciones que invitaban a reflexionar sobre temas de actualidad: de la crisis de la comida al papel de las recetas tradicionales en las diferentes sociedades. Siempre uniendo costumbres, arte y diversión para crear algo que nadie más estaba haciendo. “En 2023, con motivo de la inauguración de un centro cultural en Mataró, el ayuntamiento de la localidad nos contrató para llevar a cabo la parte gastronómica del evento. Se nos ocurrió poner en el centro el pa amb vi y sucre (pan con vino y azúcar) que es una merienda muy típica catalana”, cuentan. Aquel acto fue más allá: quisieron dar un giro a la imagen de los camareros, siempre ocultos o relegados a un segundo plano, y los pusieron en el centro, haciendo que cada uno de ellos fuese la representación de un alimento, personificando el concepto food sculptures.