El maquillaje ‘toasty’ es la transición perfecta del verano al otoño
El verano se despide lentamente, van pasando las páginas del calendario y, con ello, tendencias de maquillaje como el sunkissed, Guava Girl y otros muchos otro looks cargados de rubor y labios jugosos van pasando a un segundo plano. Sin embargo, aún con la llegada del otoño no queremos renunciar al bronceado que tanto nos ha favorecido durante los meses estivales. Y justo ahí cuando aparece el toasty makeup, una apuesta dispuesta a prolongar el efecto ‘buena cara’ hasta cuando bajen por fin las temperaturas.
Inspirado en los colores propios de la estación (los marrones y cobrizos, que evocan las hojas secas caídas en el suelo y los atardeceres de esta época), este estilo de maquillaje aporta una calidez arrolladora al rostro. Se trata de un look fresco y radiante para el día a día, pero con un toque sofisticado que también lo convierte en la opción perfecta para ocasiones más formales.
¿En qué consiste exactamente esta tendencia?
En TikTok, el toasty makeup es uno de los más buscados (solo basta con pasar unos minutos en la plataforma para comprobarlo). Su secreto está en combinar tonos tostados y caramelizados con el fin de aportar calidez inmediata sin que el resultado se vea recargado. La piel se trabaja con bases ligeras, acompañándola con un bronceador (que, aviso, aquí se emplea sin miedo) y un colorete terroso que termina de redondearlo.
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En los ojos, dominan las sombras. Es, de hecho, una propuesta ideal si lo que se desea es explorar más este derrotero y sacar nuestras paletas de sombras del neceser. Tal y como dicta la tendencia, los tonos bronce y marrones ahumados se difuminan en los ojos, logrando un efecto vaporoso y enmarcando sutilmente la mirada. Y, por supuesto, los labios, siempre enmarcados, siguen la misma línea cromática del marrón; una paleta que prolonga la esencia del verano, aunque adaptada al otoño.
¿Cómo se hace el ‘toasty makeup’?
Para recrear este maquillaje, lo primero que hay que hacer es trabajar la piel de manera natural, evitando coberturas excesivas y apostando por un acabado que deje respirar. A partir de ahí, entra en juego el bronceador, que se aplica con generosidad (al gusto) en pómulos, frente y párpados, siempre difuminando hacia arriba con una brocha y a pequeños toques. El colorete, en lugar de ser fucsia o rosa chicle, se inclina hacia los tonos rojizos y terracotas, y se extiende con suavidad por las mejillas. Además, su sobrante se aplica en el centro de la nariz y en la zona de los ojos, lo que aporta ese efecto nada artificial que, a su vez, prepara para el siguiente paso: las sombras.