Hubo una época en la que tunear el café era de lo más cool. Fue en 2018, con influencers del bienestar no regulados pero sí respaldados por comunidades absorbidas por cafés con leche de cúrcuma de color amarillo fluorescente y espressos cargados de mantequilla. Había cafés con una leche de guisantes que dejaba en la superficie una mancha violeta con forma de mariposa (y no venía de un brote de fiebre, sino que se trataba de una bebida real) y cafés rosas regados de polvo de remolacha. Fue una época embriagadora (y cara).
Después, esta moda pareció tocar a su fin con la misma rapidez con la que se había disparado. Los suplementos dieron paso a la leche cruda sin pasteurizar y a la miel. La leche de avena despareció, el vinagre de sidra de manzana ocupó el primer lugar en las neveras de los influencers y, de repente, la idea de meter una trocito de mantequilla en tu café americano era ridícula. Quiere todo esto decir que, si digo que ha habido un añadido para el café que ha sobrevivido tanto a la popularidad como a la purga, es una victoria ganada a pulso. Se trata, por supuesto, del colágeno.
Desde hace años le pongo colágeno a mi bebida matutina: ya sea café, té matcha o un batido, lo rocío con este insípido polvo blanco. Lo he hecho tanto que se ha convertido en algo natural, algo que Jessica Shand, nutricionista naturista y autora de El Manual del Equilibrio Hormonal, dice que es bueno para la salud. “El colágeno es una proteína resistente que permanece intacta incluso con el calor, así que me encanta mezclarlo con el café de primera hora de la mañana o con el té matcha. No sólo aporta aminoácidos, sino que también mitiga el impacto de cortisol del café.”
¿Para qué sirve el café con colágeno?
Además de frenar el nerviosismo que sucede a la ingesta de cafeína, añadir colágeno a tu café tiene un sinfín de beneficios. «El colágeno es la principal proteína estructural de los tejidos del organismo y actúa como andamio o ‘pegamento'», explica Shand. «Es el material que nos mantiene unidos, desde la integridad de la piel hasta los músculos, los huesos, las uñas, el pelo e incluso las paredes intestinales. Suelo recomendarlo a las clientas que quieren centrarse en una piel sana durante la perimenopausia y la menopausia. Es entonces cuando el estrógeno (la hormona responsable de la elasticidad y la flexibilidad de la piel) disminuye de forma natural. También ayuda con los dolores articulares y musculares».
¿Se nota el sabor del colágeno en el café?
No. Si no está aromatizado, el colágeno no tiene sabor, pero conviene tener en cuenta la textura. Dependiendo de la cantidad de colágeno que añadas a una bebida caliente, deberás remover o espumar durante uno o dos minutos para deshacer los grumos.
¿Es el colágeno una proteína?
Según Shand lo es, pero no es igual que un filete de salmón u otro alimento rico en proteínas. «Una pechuga de pollo es principalmente una fuente de proteína magra, mientras que el colágeno en polvo es una fuente concentrada de colágeno, un tipo específico de proteína que se encuentra en el tejido conectivo».
Si realizas un seguimiento de tu ingesta de proteínas, la del colágeno aporta puntos extra. Como no contiene los nueve aminoácidos esenciales, contribuirá a la salud de la piel, las articulaciones y los músculos, pero puede que no sea lo mejor para la síntesis muscular.
Cómo elegir un colágeno en polvo de alta calidad
Encontrar un suplemento de alta calidad puede ser difícil si no dispones del tiempo necesario para descifrar todas las etiquetas y comentarios, pero la doctora afirma que hay que fijarse fundamentalmente en dos términos. «En el caso del colágeno marino, busca ‘colágeno hidrolizado puro’ recogido de forma sostenible. Para el colágeno bovino (el tipo más común), busca ‘alimentado con pasto’ para asegurarte de que está libre de hormonas, antibióticos y exposición química».