Todo lo que te enseña el dolor
“Habrá un momento clave, en un lugar cualquiera, después nada es tan grave por mucho que se pierda”, así dice Canción para Alma de Marazu y quienes, de verdad, han sentido alguna vez que la vida se les caía encima y que el dolor, aunque fuese en origen emocional se convertía en una presión el pecho y un vacío en el estómago, sabrán qué describe exactamente ese trozo del tema y pensarán automáticamente a qué nos referimos. Hay un momento en la vida, quizás más de uno, en el que parece que todo se desmorona. Ese instante en el que el dolor, intenso e implacable, se convierte en el protagonista de nuestra historia. Pero, ¿y si ese caos no fuera un final, sino un principio? ¿Y si dentro del malestar está la oportunidad de crecer y ver la vida de otra manera cuando salimos del túnel? ¿Y si el dolor es tan necesario como ser feliz en toda nuestra historia de vida?
Hablamos con varios psicólogos que nos arrojan claridad sobre este asunto y nos ayudan a entender cómo atravesar el dolor emocional puede ser la experiencia que nos transforme profundamente, revelándonos quienes realmente somos.
El dolor: un maestro silencioso e incómodo, pero necesario
«El dolor es el gran movilizador del ser humano, aquello que le indica qué necesita y le moviliza para conseguirlo», explica el psicólogo de Granada Buenaventura del Charco. Más que un enemigo, el dolor se convierte en un espejo de nuestras heridas y necesidades no satisfechas. Como señala Fernando Lobato, «es un mensajero que nos confronta con lo que no está funcionando en nuestra vida». Lejos de ser un simple obstáculo, el dolor emocional es una brújula. Nos obliga a detenernos y a mirar aquello que evitamos, invitándonos a abrazar no solo nuestras luces, sino también nuestras sombras. Pero eso no lo vemos cuando lo sentimos, cuando nos encontramos en el agujero y sólo nos encontramos mal, por eso es importante ver que es transitorio y que está aquí para señalar lo que nos importa, nos molesta o nos hace sufrir. Nos aporta información, nos desafía y hace que nos miremos al espejo.
Aunque pocas veces lo elegimos, el sufrimiento tiene una función crucial. Según del Charco, «ante la crisis, nuestro organismo activa el instinto de supervivencia. Esa tristeza, miedo o rabia nos permite hacer cosas a las que no nos atreveríamos normalmente. La intensidad emocional del dolor acelera el aprendizaje, rompiendo patrones y abriendo caminos hacia el cambio”, concluye el psicólogo. Lobato hace una diferenciación clave entre dolor y sufrimiento. «El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional», afirma. Mientras el dolor es una experiencia transformadora, el sufrimiento crónico aparece cuando no logramos procesarlo o aceptarlo, atrapándonos en un ciclo de resistencia.
Lecciones que solo el dolor puede enseñar
El dolor tiene la capacidad única de mostrarnos nuestra fortaleza. «Cuando pasamos momentos intensos y sobrevivimos, tenemos una experiencia irrevocable de nuestra capacidad para enfrentarlo», dice del Charco. Esta vivencia nos permite perderle miedo al sufrimiento y dirigir nuestra vida desde el deseo, no desde el temor. Laura Palomares, psicóloga de Avance Psicólogos, subraya que el dolor enseña a priorizar lo verdaderamente importante. «Entender que los momentos difíciles no duran para siempre nos ayuda a flexibilizar, adaptarnos y desarrollar una mayor empatía hacia los demás», explica. Es un recordatorio de que, incluso en las tormentas más oscuras, somos más fuertes de lo que creemos.
En medio de la confusión y el sufrimiento, encontrar sentido puede parecer imposible. Sin embargo, Palomares señala que «la esperanza es un sentimiento necesario para atravesar el dolor». Buscar pequeñas motivaciones y dar pasos, aunque sean pequeños, ayuda a recuperar el control. Del Charco insiste en que la esperanza no depende de las circunstancias externas, sino de nuestra capacidad para decidir cómo enfrentarlas. «Elegir cómo queremos hacerle frente y ser coherentes con ello genera una sensación de control y libertad», afirma. Es en esta decisión donde se esconde la semilla del cambio.
Estrategias para habitar el dolor: cuando el dolor deja de ser el enemigo
En lugar de evitarlo, los expertos sugieren habitar el dolor. Lobato recomienda formas de expresión como la escritura, la música o la pintura, que nos permiten darle forma y sentido. Palomares añade que identificar cómo el dolor resuena en el cuerpo y compartirlo con personas de confianza puede aliviar su carga. «Escribir ayuda a estructurar una experiencia que a veces no entendemos bien», explica del Charco. Este proceso no solo concreta nuestra vivencia, sino que también la convierte en algo manejable y menos temible.