Todo empezó con una llamada. “Estaba en una reunión y me empezó a sonar el teléfono. Vi que era Tom Ford”, recuerda Haider Ackermann. “El corazón me latía a mil por hora, estaba deseando salir de la sala para escuchar esa voz suya tremendamente atractiva, porque su voz es así. Es muy raro, porque solo con ver su nombre, te vienen un montón de flashbacks: el diseño, la sensualidad, las películas… , pero yo ya sabía de qué iba la cosa”.
Lo cuenta sentado en una silla negra de un despacho blanco en la sede de Tom Ford en Londres. Si bien aquí domina la monocromía, el mundo de Ackermann estalló recientemente en mil colores. Lo que quería Ford era pedirle al diseñador de 53 años, francés nacido en Colombia, que asumiera la dirección creativa de la casa que fundó en 2005. “No me pilló muy de sorpresa”, dice. “Me escribió una carta muy larga y muy bonita para felicitarme por lo que hacía en Berluti, así que ya sabía que le gustaba mi trabajo. Pero de todas maneras me puse muy nervioso. Te asaltan muchas emociones en un minuto”.
En marzo, Ackermann desvelará su visión para Tom Ford con el primer desfile mixto en la historia de la casa, presentado en París (donde vive y donde está previsto radicar también la firma, más cuando la ciudad, dice el diseñador, “tiene ese halo tan cinematográfico”). Solo entonces veremos los frutos de aquella conversación telefónica. “Girará en torno a la seducción, el deseo, la provocación», adelanta. “Más que centrarse en telas o colores, esto es lo que nos apela a ambos”.
Aunque de un primer vistazo se diría que sendos creativos tienen poco en común, en realidad sí que lo tienen, al menos en esa manera de enmarcar la sastrería –y la moda de fiesta– en un mundo de espectáculo y sensualidad. Ackermann, al igual que Ford, es uno de los autores más dramáticos de la industria, y como él se maneja con soltura entre hombros prominentes, sinuosos drapeados y un audaz uso del color en ricos tonos tanto en mujeres como en hombres, estilo que le ha granjeado la adoración de figuras como Tilda Swinton, Timothée Chalamet o, claramente, el propio Ford.
Para preparar su nuevo rol, Ackermann pasó un tiempo investigando en el archivo de Tom Ford en Nueva York, donde no solo se fijó en las colecciones de Ford para su firma homónima, sino también en sus etapas en Gucci y Saint Laurent. “Son tres relatos importantes y diferentes, y los absorbí todos –cuenta–, pero a la vez he tenido que dejarlos a un lado, porque mi obligación es contar algo nuevo. He conversado mucho con el señor Ford, pero no hay que esperar consejos de quien te elige: la propia decisión lo dice todo”. Motivado por su visita a las fábricas de Zegna en Italia (donde se confecciona la ropa de Tom Ford), la exquisita ejecución que allí se logra, y la construcción del esmoquin y otras piezas emblemáticas que ha podido estudiar en este tiempo, aspira a dar con “la misma clase de elegancia que buscaba él: con un punto de locura, de excentricidad”.
En cuanto a la pieza que mejor podría representar a la mujer Tom Ford, ríe ante la pregunta y se decanta por un abrigo de piel. Sin embargo, eso no va a pasar. En su lugar, menciona una camisa de esmoquin. “La veo con ella puesta, aunque sea de hombre”, describe. “Cuando piensas en Tom Ford, piensas en la noche, pero yo más bien sería la mañana siguiente, con un abrigo de cachemir y unos mocasines”.
Quizá sea ese el atuendo que acabe llevando el día después de su debut. Hasta que eso llegue, le preocupa otra cosa: la responsabilidad de liderar una casa que, indudablemente, Ford creó a su imagen y semejanza. Desde que cerró su propia etiqueta en 2020, Ackermann diseñó en calidad de invitado una temporada de alta costura de Gaultier y asumió el cargo de director creativo en la marca Canada Goose, donde planea continuar. Pero esta última nueva aventura es la que ha vuelto a colocarlo definitivamente en el candelero, un lugar donde se siente cómodo, más ahora, tal y como está el panorama. “La industria de la moda está viendo que la gente vuelve a fijarse en la ropa y la belleza, y no tanto en el producto de tal persona”, analiza. “Me alegro de haber vuelto. Es como recibir un abrazo enorme, y quiero corresponder”.