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La criba periódica que hace Netflix en su catálogo dejará fuera en unos días a una película que no necesita presentación. ‘Malditos bastardos‘ es una de las obras más aclamadas de Quentin Tarantino y desde que se estrenó en 2009, cualquier excusa es válida para recuperarla. Especialmente ahora que la plataforma nos está metiendo un poco de prisa para hacerlo.
Este thriller bélico con diálogos afilados y una buena dosis de violencia es una experiencia cinematográfica que no hay que dejar pasar, especialmente porque marcó un punto de inflexión en la carrera del director, que demostró con ella que seguía siendo capaz de reinventarse sin perder su sello.
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Y porque también cuenta con un reparto encabezado por Brad Pitt y la fantástica interpretación de Christoph Waltz, que es en parte una razón en sí misma para verla.
Ambientada en la Francia ocupada por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, cuenta cómo Shosanna Dreyfus (Mélanie Laurent) presencia la ejecución de su familia por orden del coronel Hans Landa (Christoph Waltz). Después de huir a París, adopta una nueva identidad como propietaria de un cine.
Al otro lado de Europa, el teniente Aldo Raine (Brad Pitt) adiestra a un grupo de soldados judíos («The Basterds») para atacar objetivos concretos. Los hombres de Raine y una actriz alemana (Diane Kruger), que trabaja para los aliados, deben llevar a cabo una misión para hacer caer a los jefes del Tercer Reich. El destino quiere que todos se encuentren bajo la marquesina de un cine donde Shosanna espera para vengarse.
La huella permanece, 16 años después
Estrenada en el Festival de Cannes en el año 2009, ‘Malditos bastardos’ fue recibida con entusiasmo desde prácticamente la primera proyección. Supuso el regreso triunfal de Tarantino al circuito de los premios y le valió a Christoph Waltz un Oscar al Mejor Actor de Reparto por su interpretación del coronel Hans Landa, uno de los personajes más complejos y carismáticos del cine del director.
Se trata de una ucronía que reescribe los últimos días del Tercer Reich desde la imaginación de Tarantino. Un filme en el que la venganza se cocina a fuego lento y se sirve en una sala de cine, con celuloide inflamable, discursos incendiarios y explosiones (en el sentido literal y figurado).
Por otro lado, el tono de la película oscila entre lo absurdo y lo brutal, dando con una mezcla que funciona sin perder el sentido. La escena inicial es inolvidable y el clímax del filme es explosivo. Y todo ello con un ritmo pausado, tensión, diálogos brillantes, violencia explícita y una narración dividida en capítulos que juega con el lenguaje del cine clásico.
Solo por su principio y su final, merece la pena el viaje al completo (y eso que ya de por sí es disfrutable). Aunque habrá que aprovechar para hacerlo antes del 15 de junio, que será cuando desaparezca de Netflix.
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