Un alemán en París: Cómo Karl Lagerfeld se inventó a sí mismo

Una noche de julio de 1989, como de costumbre, Karl Lagerfeld estaba trabajando tarde en las oficinas de Chanel. Y, también como de costumbre, no estaba solo. Rodeado por un grupo de amigos en una de las mesas del taller, la conversación derivó hacia el inminente debut de Gianfranco Ferré como director creativo de Christian Dior y la atención, inevitablemente, hacia al diseñador alemán: “¿Qué crees que hará mañana, Karl?”.

En silencio, Lagerfeld arrancó tres páginas en blanco de su cuaderno y comenzó a dibujar, por intuición y con cierto acierto, la predecible colección que presentaría Ferré al día siguiente. Entre risas, alguien preguntó sobre la de Sonia Rykiel, y Karl procedió a hacer lo mismo. Después fue el turno de Ralph Lauren. Después del resto de París. Al final de la velada, en decenas de sketches sobre la mesa, había cincuenta colecciones diferentes.

Una línea elusiva

Aquella noche, nadie se fue sorprendido a casa. Karl Lagerfeld, indistintamente de bajo qué nombre lo hiciera, siempre diseñaba así: intuitivamente, adaptativamente y rápido. Desde el comienzo de su carrera en 1954 hasta su muerte en 2019, el alemán compuso una obra inconmensurable de prendas diseñadas para Jean Patou, Repetto, Mario Valentino, Chloé, Fendi, Chanel y su marca homónima, además de los incontables trabajos como freelance que discretamente nunca firmaba.

La retrospectiva póstuma organizada el año pasado por el Costume Institute del Museo Metropolitano de Nueva York, ‘Karl Lagerfeld: A Line of Beauty’, trató de dar sentido a ese legado solo para dejar patente su carácter elusivo. Tras casi siete décadas diseñando ropa, no hay una muestra de su trabajo posible que permita trazar una línea recta que defina el estilo Karl Lagerfeld, sencillamente porque ni esa línea ni ese estilo existen.

Lagerfeld fue el maestro de la transformación. Huir de la creación de cualquier certeza estética le permitió retener hasta el final de sus días una relevancia que sus coetáneos, como Yves Saint Laurent o Hubert de Givenchy, perdieron por centrarse en diseñar una manera concreta de vestir a una mujer concreta en una época concreta. Su carrera se resume en un despliegue de humo y espejos. Una huida hacia adelante y una reconfiguración del pasado en el que la única constante fue él. Dentro, y fuera de las pasarelas.

‘Pas du tout moderne’

Karl Lagerfeld nunca quiso diseñar Alta Costura. Para él, era una reliquia de los años 50, “pas du tout moderne”, el pasado. O, por lo menos, eso fue lo que repitió incansablemente durante la primera mitad de su carrera ―las cosas, por supuesto, cambiaron cuando llegó a Chanel en 1983, denotando una característica hipocresía que no pasó desapercibida para la sociedad parisina.

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Farándula y Moda

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