Un Pogacar inabordable gana el Giro de Lombardía por cuarta vez consecutiva | Ciclismo | Deportes

Los debates sobre Tadej Pogacar se olvidan de sus victorias incontestables, porque ya no los suscitan, y se centran en aspectos secundarios, como el color de su culotte, que ya en el Giro levantó pasiones, incluso ridículas amenazas de la UCI, con la combinación del rosa de su jersey con el negro o el granate del pantalón. Ahora se discute si está más elegante con el de su equipo, el UAE, en contraste con la túnica de campeón del Mundo, o totalmente de blanco. Minucias: gana con todo lo que se ponga, por mucho que la comidilla cromática en la salida fueran las suelas de sus zapatillas, con los colores del arco iris, o el dorado hasta en las llantas de Evenepoel, que volvía a su carrera maldita. “¿Qué espero hacer? No caerme por un puente como la otra vez”. Recordaba 2021. En el descenso de Sormano, se fracturó la pelvis y se perforó un pulmón, un mal menor tras un accidente espeluznante.

Muy cerca de allí suenan las trompetas del apocalipsis a más de cincuenta kilómetros de la meta, y las escuchan en el pelotón y también en el grupo de 21 ciclistas adelantados que comienzan a escalar la Colma di Sormano, a orillas del lago de Como. Retumban al toque de Majka, Yates y Sivakov, un polaco, un inglés y un francés, y los ciclistas que les siguen en un grupo que se deshace, saben que son el anuncio de que el juicio final está cerca, y que lo ganará Tadej Pogacar; que la pelea será por el segundo puesto. “Lo habíamos planeado así porque la carrera es tan dura que al final los últimos 40 kilómetros son más o menos de hombre a hombre”, confiesa el fenómeno esloveno.

Así que cuando Yates se aparta para que Sivakov se ponga en cabeza, la suerte está echada y solo queda esperar el momento, que no la sorpresa, porque no lo es ya para nadie. Puede llegar a cien, como en el Mundial, a ochenta, en la Strade Bianche, o como en Lombardía, a 48,6 kilómetros de la meta, y los efectos son siempre idénticos, aunque cambien las respuestas. En la estrecha ruta por la que circulan los ciclistas, no se produce ninguna. No hay duelo hombre a hombre como esperaba Pogacar. Quedan ocho kilómetros para la cima y a nadie, entre los mortales, le interesa quedarse sin resuello persiguiendo a la trituradora eslovena. A su ritmo, que es mejor que el de los demás, Remco Evenepoel y Enric Mas, con el grupo deshilachado, aparentar salir a la caza, que no es tal. Solo volverán a ver el maillot arcoíris de campeón del Mundo en el podio de Como.

Aumenta la ventaja al ritmo alegre de Pogacar, que pedalea con facilidad pasmosa, a más de 20 kilómetros por hora y desarrollando más de 400 vatios de potencia. Las imágenes aéreas muestras cómo la distancia es cada vez mayor, de un minuto en la cima, en medio de la marea de aficionados que se abren como una cremallera al paso del campeón. “En el falso llano apreté más para coger segundos y ganar la batalla mental”, aseguraba, sin darse cuenta, tal vez, de que esa guerra la tenía ganada desde que sus lugartenientes sacaron las trompetas para anunciar el apocalipsis. O desde hace meses, quién sabe.

Tadej Pogacar durante la 118ª edición de Il Lombardia una carrera de un día de 255 km de Bergano a Como el 12 de octubre de 2024, Italia.
Tadej Pogacar durante la 118ª edición de Il Lombardia una carrera de un día de 255 km de Bergano a Como el 12 de octubre de 2024, Italia.Tim De Waele (LAPRESSE)

Miraba hacia atrás de vez en cuando, por ese tic de los ciclistas de no creerse la ventaja que les anuncian por el pinganillo, pero ni Mas, ni Evenepoel, ni Van Eetvelt podían llamarse estrictamente, perseguidores, porque no seguían a nadie. Simplemente disputaban otra carrera, la del segundo puesto, el mejor entre quienes no son Pogacar, y Remco Evenepoel era el más dotado del grupito; espantó sus temores, y como si rebobinara parte de su carrera visionándola marcha atrás, se despegó de sus acompañantes en el descenso de Sormano, por la vertiente contraria a la de su caída, para alcanzar la meta en solitario, 3,16m después de Pogacar, y ponerse a llorar por la emoción de haber superado sus miedos en Lombardía. Giulio Ciccone fue tercero, Ion Izagirre cuarto y Enric Mas, quinto, unas buenas posiciones cuando se tiene en cuenta la figura inabordable de Tadej Pogacar, su cuarta victoria consecutiva en la clásica otoñal, igualando la epopeya de Fausto Coppi. “Espero ansioso las vacaciones”, apunta. Sus rivales también, después de una temporada en la que ha ganado 22 de los 58 días en los que ha competido.

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