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Para quienes gusten de las sitcoms, seguramente habrán crecido con ‘Friends‘ como referente, sin embargo, cuando hablamos de comedias políticamente incorrectas, ‘Siempre hay sol en Filadelfia‘ es un título que nos viene a la mente que, al principio, fue todo un reto presupuestario poder llevar a cabo, sin embargo, es una historia de éxito al final donde los directores arriesgaron y salieron triunfantes.
Rob McElhenney, Glenn Howerton y Charlie Day apostaron fuerte: para la creación de la serie, aceptaron bajos presupuestos y salarios reducidos a cambio de tener amplia participación en la serie. Diez años después, esos sacrificios comenzaron a dar un retorno financiero impactante.
Desde el primer piloto casero, el trío demuestró tener una filosofía clara: preferir cobrar menos al principio, pero manteniendo la propiedad creativa y ejecutiva de la serie. Según McElhenney: «FX nos dijo ‘no vamos a pagar mucho al comienzo, pero tendrán propiedad significativa sober su trabajo'». Esa apuesta por la repartición de ganancias les garantizó que, al crecer la popularidad del show, ellos también crecieran financieramente.
Libertad creativa que se convirtió en seguridad económica
La serie arrancó con un presupuesto sorprendentemente bajo, y el piloto costó apenas 100 dólares: monto que cubrió la compra de una pizza y la cámara con la que se grabó. Sin embargo, cuando la serie llegó al aire McElhenney relató que seguía trabajando de camarero para llegar a fin de mes. Aunque modesto, este arreglo les resultó rentable a largo plazo gracias a su participación económica.


Según The Wrap, los tres cofundadores se repartieron un millón de dólares por la primera temporada de siete episodios. Aunque no era una gran cifra, su verdadero valor radicaba en haber retenido un porcentaje considerable de la propiedad de la serie, lo que generó beneficios exponenciales reforzados por la distribución internacional y las ventas a plataformas de streaming.
Para 2011, tras siete temporadas al aire, su participación acumulada habría superado los 60 millones de dólares. Además de su ganancia financiera, el enfoque de producción de bajo costo permitió que McElhenney, Howerton y Day mantuvieran control verdaderamente creativo.
FX aceptó su propuesta sin interferencias: serían showrunners, actores, productores y dueños de su contenido desde el principio, un control total que fue clave para moldear el tono irreverente y la frescura que caracterizan al show hasta hoy.
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