“¡Viva España, muera la muerte!”. Un evento en Madrid enreda el rigor y el esperpento de la ciencia contra el envejecimiento | Ciencia

El Gran Anfiteatro del Colegio de Médicos de Madrid tiene una impresionante bóveda llena de frescos de Ramón Padró, pintor de cámara del rey Alfonso XII. El miércoles por la mañana contrastaba con tres enormes pantallas. En ellas se proyectaba una imagen creada por inteligencia artificial de una mujer, mitad anciana, mitad joven. Podría pasar por el anuncio de una crema antiarrugas especialmente buena, pero era el cartel del evento TransVision Madrid 2025. El contraste entre el academicismo realista y la ilustración chusca era notable. Pero no tanto como la diferencia entre los conferenciantes: la ciencia seria y el transhumanismo esperpéntico.

María Blasco, exdirectora del CNIO, explica su investigación sobre terapias génicas y alargamiento de telómeros, subrayando con rigor que esta tecnología “solo está demostrada en ratones”. Al día siguiente, la empresaria Liz Parrish explica, en cambio, que ella ya se ha inyectado ese tratamiento en aguas internacionales, para evitar consecuencias legales. George Church, profesor de Harvard y del MIT, da una densa charla sobre epigenética y herramientas CRISPR. Sergio Martínez, activista transhumanista que ha trabajado en los programas El Club Megatrix y Sabor a ti, participa en un debate sobre la fusión humano-máquina. También interviene Steve Horvath, investigador de Altos Labs, la empresa financiada por multimillonarios tecnológicos para estudiar cómo prolongar la vida. Y Ben Best, expresidente del Cryonics Institute que menciona “la iglesia de la vida perpetua” y aboga después de explicar cómo se preserva en frío el cerebro de un cerdo, por “hacerlo en condiciones similares con humanos”.

La mezcla entre ciencia y charlatanería sorprende en un evento celebrado en el Colegio de Médicos de Madrid. En TransVision se habla de transhumanismo (el movimiento que quiere mejorar a los humanos con tecnologías) de investigación científica y de activismo contra la vejez y el sufrimiento (como si alguien estuviera a favor). El organizador es José Luis Cordeiro, el polémico orador que ha seducido al presidente de Argentina, Javier Milei, prometiendo la inmortalidad para 2045. Los siguientes mandatarios a los que quiere agasajar son los populares Isabel Díaz Ayuso, a quien premió en 2023, a través de su organización Liberty Internacional, y José Luis Martínez Almeida, a quien galardonó el jueves en este evento médico por regir “la ciudad más longeva de Europa”.

Cordeiro se presenta como economista, futurista e “inmortalista”. Nació en Venezuela hace 63 años, de padres españoles y de un tiempo a esta parte actúa para convertir Madrid en el epicentro de su movimiento inmortalista. La celebración de este evento, que ya va por su cuarta edición, y el respaldo de los líderes regionales, apuntan a que va por buen camino.

Con una sonrisa y una energía envidiable, Cordeiro es el protagonista de las jornadas. Dio el pistoletazo de salida agitando banderas de España y también está en el centro de uno de los momentos más absurdos del evento, la marcha por la longevidad. Unas 40 personas, ataviadas con banderas rojigualdas y camisetas del evento, marchan por las calles del centro de la capital. Una manifestación tiene más sentido cuando se realiza contra algo o alguien. En este caso los eslóganes que corea el grupo son “stop aging” y “viva la vida”, que quedarían mejor en un anuncio de cremas o en una reunión de misses. El “viva España” les sale mucho más natural, pero también hay bastante extranjero que no entiende qué tendrá que ver este país con la muerte de la muerte. Lo descubrirá en unos minutos.

Cuando el grupo llega a la Puerta del Sol a leer su manifiesto, se acerca a ellos un hombre vestido de parca, con su capucha y su guadaña. En ese escenario, parece una de las personas que se disfrazan para ganar unos euros con fotos de los turistas, pero pronto se pone a discutir con Cordeiro. “La muerte es naturaaaal” dice con voz de ultratumba. “¿Quién no quiere morir? Todos vamos a morir”. El grupo contesta con abucheos y empieza a pegar a la parca con banderas de España. Los gritos de “¡Viva España! y ¡Muera la muerte!” cobran un sentido inquietantemente literal ahora. El chaval disfrazado de parca acaba revolcándose por el suelo.

Llegados a este punto, un manifestante pregunta si el chico es de la organización, no vaya a ser que un genetista de prestigio internacional acabe en la cárcel por dar banderazos a un mimo. La policía no interviene y la parca sigue alegremente a la comitiva hasta el segundo punto de la marcha, el Congreso de los Diputados, por lo que parece que todo está en orden. Allí, los de Cordeiro vuelven a leer su manifiesto, que es un poco caótico. Solo queda claro que quieren hacer un rebranding del día 1 de octubre, día de las personas mayores, y llamarlo día de la longevidad. Y que están radicalmente en contra de la muerte. Frente al Congreso interviene un miembro del partido transhumanista, que dice que ellos no son “ni de izquierdas ni de derechas”, sino que están a favor de la vida.

Una vez expuestas sus exigencias, los manifestantes vuelven a apalear al chaval vestido de la muerte hasta romperle la guadaña de plástico. Y se encaminan hacia el Palacio de Cibeles, último punto de la marcha. Continúan los gritos por la vida y por España, a los que se une un más genérico “inmortality”. La modesta marabunta pasa frente a un grupo de testigos de Jehová que parecen francamente desconcertados. Frente al Ayuntamiento de Madrid, el grupo se hace una foto de familia, con la parca reptando por el suelo. El alcalde no baja a saludar en esta ocasión; pero lo hará al día siguiente.

El jueves a primera hora, José Luis Martínez Almeida agradece su premio, que recibe con “profundo honor”, da un discurso de cinco minutos en el que desgrana los factores que hacen que Madrid sea la capital europea con mayor esperanza de vida (con 86 años de media). Antes de que abandone el anfiteatro precipitadamente, Cordeiro lo saluda y le da un ejemplar de su libro La muerte de la muerte.

“Son unos frikis, puedes decirlo”

El público del Madrid TransVision es tan variopinto como los ponentes. La edad media es relativamente alta, los mayores son quienes tienen una necesidad más urgente de creer en la erradicación de la muerte. Entre los de mediana edad, mucha sonrisa tirante, naricita respingona, pómulos turgentes. También hay criptobros, que invierten en inmortalidad como podrían hacerlo en Dogecoin. Hay incluso veinteañeros que en lugar de estar ocupados quemando la vida quieren preservarla en una urna de cristal, con ayuno, abstemia y metformina.

En las pausas para el café se escuchan anécdotas curiosas. Un hombre asegura que gracias al ayuno intermitente se ha curado la miopía. Una mujer habla de un colgante de pirámide invertida que quita la inflamación. También aprovechan para ponerse al día, ya que muchos se conocen de otros eventos. Son reincidentes. Viajan por el mundo, irían hasta la mismísima Samarra, para ver si así burlan a la muerte.

Junto a ellos hay eminencias de la medicina y empresarios de biotecnologia. La mezcla es peculiar. En otras ramas de la medicina, la ciencia y la pseudociencia están muy separadas. La gente que defiende terapias alternativas contra el cáncer no tiene cabida en los congresos médicos. Pero en los eventos de longevidad es algo que sucede a menudo. Junto a los científicos de renombre hay biohackers, activistas por la inmortalidad y empresas de dudosa base.

Por qué acceden buenos investigadores a diluir su discurso en la homeopatía charlatana de los inmortalistas, de los biohackers, de los… “De los frikis, puedes decirlo”, concede un prestigioso científico que hace poco se vio como ponente en un congreso similar. “No sé cómo lo consiguen. No pagan a los speakers, por lo menos a mí no me pagaron”, explica bajo condición de anonimato. Este periódico preguntó a TransVision Madrid si pagaba a sus ponentes. La organización se negó a responder.

“Yo fui un poco engañado por los nombres potentes que había en el congreso. No me fijé en los vendeneveras que se colaban también” continúa el científico. “Pero a mí ya no me pillan más, desde luego. Ni a mis compañeros de aquel evento. Flipamos todos bastante”. En TransVision nadie parece flipar demasiado: la fusión entre ciencia y charlatanería se asume con una naturalidad pasmosa. Preguntada por las actividades ilegales de Liz Parrish, y por el eslogan repetido por muchos de los ponentes de “empujar los límites de la ciencia”, María Blasco se limita a asegurar que ella y su equipo cumplen las leyes de los agentes reguladores. Después sale Cordeiro. “Le dije a [el escritor Mario] Vargas Llosa, unas semanas antes de morir, que tenía que criogenizarse”, asegura al proyectar una foto suya junto al Nobel de Literatura. Luego saca otra junto a Donald Trump. “Él también está muy interesado en la inmortalidad”, dice. Y se da paso al siguiente ponente.

En el periodismo científico hay mucho paper denso y complicado. Mucha investigación en ratones que aún tiene que ser demostrada en personas. Los avances son lentos y muchas veces no tienen un titular claro. En este contexto llegan empresarios como Parrish, que se inyectó terapias génicas ilegales para curar a su hijo enfermo y acabó, ya es mala suerte, rejuveneciendo. O la de Brian Johnson, que se inyecta el plasma de su hijo de 18 años y luego compara sus constantes vitales, incluido el número e intensidad de sus erecciones nocturnas, para hacer ver al mundo que está hecho un toro. Y la prensa les da espacio. Y los eventos médicos se llenan de estas historias rocambolescas. Y surgen personajes como Cordeiro, que mezclan conceptos, teorías demostradas con charlatanería sin fundamento, pero con mucho margen de beneficio.

Porque en este sector la innovación proviene, sobre todo, de iniciativas privadas. Los estados tienen unos presupuestos limitados, así que tienen que elegir dónde investigar. Enfermedades como el cáncer, comunes, crueles y que afectan a cualquier edad, parecen tener más prioridad que conseguir la inmortalidad. Esto deja la investigación en el campo del envejecimiento en manos de empresas privadas. Y este es un sector que mueve mucho dinero. Según la web Statifacts, 11 mil millones de dólares en 2024 y se prevé que alcance un volumen de mercado de 34 mil millones para 2034.

Muchos ponentes de Transvision Madrid acaban su charla haciendo referencia a su empresa, recordando su página web. Metiendo una cuña publicitaria. “En el campo del envejecimiento hay una mezcla importante de personas que hacen investigación de alto nivel con personas que están vendiendo algún producto, sobre todo lo que llaman medicina antiaging», reconoce el científico anónimo. “Y esta puede estar inspirada en investigaciones científicas, pero ni mucho menos aún validada. Y de alguna manera hay congresos en los que se juntan los dos. Hay ciencia y pseudociencia”.

TransVision 2025 es el síntoma de una tendencia cada vez más acusada, en un campo de investigación donde abundan las promesas a corto plazo y las historias epatantes, que se traducen en dinero. Es importante encontrar buenas historias que contar, es loable centrarse en mejorar la longitud y la calidad de vida de los mayores. Pero el clickbait en la ciencia es peligroso, y mezclar dinero y medicina abre la puerta a los charlatanes.

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Vie Oct 3 , 2025
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